Carlos Julio Arosemena Monroy LAS MEMORIAS QUE NUNCA ESCRIBÍ
Fue un brillante alumno y líder universitario, presidió la Escuela de Derecho
Título de la última biografía acerca de él, escrita por César Baquerizo Arosemena. En 500 páginas, el autor describe las etapas más importantes de su vida pública. En este espacio comentó sobre lo que se conoce poco o nada sobre él. Perteneció a la generación de familias con numerosos hijos; fue el segundo de siete: tres hombres y cuatro mujeres. De niño quiso ser militar, pero la vida lo llevó por otra profesión. Se interesó en la historia y política desde su adolescencia. Disfrutaba visitar a su abuela materna, Rosario Garaycoa Garcés, nieta del coronel Lorenzo Garaycoa, prócer de la Independencia de Guayaquil. Ella le narraba detalles de la historia de Ecuador, incluyendo revoluciones y políticos. Su abuela paterna, Catalina Tola, le hablaba sobre religión y santos, temas que lo aburrían, pues no eran de su interés; así me lo comentó.
Su madre, Laura Monroy Garaycoa, se aseguró que los hijos se mantuvieran unidos, aún ya casados. Durante décadas hubo almuerzos en su casa; con los años y aumento de la descendencia que sobrepasó de 50; se almorzaba por turnos de edad, los más jóvenes primero. Carlos Julio siempre era el centro de atención en esas reuniones familiares, estaba informado de todo lo que sucedía en el país y ponía al día a sus hermanos, primos, cuñados y sobrinos mayores. Carlos Julio fue extraordinario hijo y hermano. Cuando estaba en la ciudad visitaba diaria y cariñosamente a su progenitora. Siempre me llamó la atención su ternura hacia ella. De su madre heredó el carácter fuerte. Sobrevivió a sus dos hermanos menores; fallecida su madre continuó viéndose con sus hermanas en almuerzos semanales. Carlos Julio tuvo excelente relación con sus numerosos sobrinos, en más de una ocasión ayudó a los que buscaban su consejo. En todo problema familiar se hizo presente.
Carlos Julio tuvo gran físico debido a ejercicios que hizo durante su juventud. En un bote de remo salía de uno de los muelles del Malecón y remaba hasta las ahora nuevas urbanizaciones vía Samborondón. En la universidad estuvo en el equipo de fútbol. Cuando ocupó la cartera del ministerio de defensa le gustaba ejercitarse en bicicleta. Buen nadador, tenía una villa en Ballenita. Le gustaba bañarse mar afuera a 100 metros o más de la playa. Solía acompañarlo. En una ocasión, cuando él tendría alrededor de 55 años y yo 30, no podíamos regresar por las fuertes corrientes típicas del mar de Ballenita. Tuvimos que nadar ladeando y salimos a 300 metros de distancia del sitio que habíamos ingresado al mar. Llegamos agotados, para su edad mostró un físico extraordinario.
Por muchos años lo visité en su casa los domingos en la tarde, siempre lo encontré leyendo un libro. En su dormitorio al lado del velador había rumas de libros. Era lector de tres horas diarias, cuando disponía de tiempo; leía muy rápido, le tomaba no más de 2 o 3 días acabar un libro, su memoria era prodigiosa. Conocía en qué parte de la biblioteca se encontraba cada libro. Su lectura fue variada: historia, biografía, literatura, política, diplomacia, entre otras. Carlos Julio no manejaba. Personas que querían consultarle algo, sabían que no lo hacía, entonces lo recogían en su casa a las 08:00 y camino a su estudio jurídico le hacían la consulta; lo constaté cuando quería hablar conmigo antes de salir para su estudio. La mayoría de sus clientes fueron personas de escasos recursos, las defendía como si fuera a ganar cuantiosos honorarios. Una ocasión cuando ingresaba a su estudio, él salía con una señora. Al verme me pidió que lo llevara al palacio de justicia para solucionar un problema de su acompañante.