El legado de revivir la música instrumental
Un día después de sepultar a su padre, María José Jiménez asistió a un evento social con su violín en mano, el rostro triste y el corazón acongojado. Ambientó con dulces melodías la alegría y el amor de una pareja que se unía en matrimonio.
Su participación en el acto correspondía a uno de los cinco contratos que había firmado su padre y que no alcanzó a cumplir. Ella fue en nombre de él y como homenaje a él.
“Al inicio no quería ir. Mi padre había muerto y le dije a la dueña del evento que me disculpara, pero que no iría. Sin embargo, ella, quien conocía a mi padre, me dijo que a él le habría gustado que yo fuera a cumplir el acuerdo. Que siguiera tocando música y que me hiciera cargo del proyecto
UN LEGADO FAMILIAR
Como estaba sin trabajo, empecé a reactivar la campaña de revivir la música instrumental en la ciudad. Publiqué en Twitter que ofrecía mis servicios y enseguida decenas de personas empezaron a contratarme para sus bodas y cumpleaños.
que teníamos”, narra con tristeza.
Con ese consejo, que fue uno de cientos que arroparon de cariño su pena y llegaron a sus redes sociales, Majo, como le llaman sus amigos, de 37 años, comprendió que debía continuar con el legado de su papá: revivir la música instrumental en la ciudad.
“Era verdad. Ese era su anhelo. Él quería que la gente apreciara la música que se toca con instrumentos, en vivo. De inmediato adopté esa idea”, rememora.
Fue así que retomó la campaña y la marca de música Dolce Armonie, que había construido su padre, Juan José Jiménez, un recordado pianista y docente de música en varias instituciones de Guayaquil y quien, a raíz de la pandemia, daba clases de piano a domicilio.
Además, con ese proyecto Majo expandió el abanico de clientes. “Yo antes no iba a tocar por menos de una hora a un evento. Ahora voy por tres canciones. Mi papá lo hacía y yo hago lo mismo porque comprendo que la buena música tiene que ser accesible a todos”, resalta.