Diario Expreso

Costo de oportunida­d

- FRANCISCO X. SWETT colaborado­res@granasa.com.ec

En Economía el costo de oportunida­d, esto es el costo de lo que se deja de hacer, es la vara con la cual se miden todas las transaccio­nes. Un buen ejemplo de ello existe con relación a la venta, o no venta, del Banco del Pacífico (BP).

Otrora el “banco, banco”, la institució­n pasó a manos del Banco Central (BCE) luego de atragantar­se con una cartera que perdió su calificaci­ón en la crisis de fin de siglo. Años después, el BCE fue despojado de su patrimonio por el gobierno de la RC que lo pasó a la CFN para, eventualme­nte, en pago por la afectación causada al BCE, reversar la operación con las acciones no valoradas de la misma CFN y del Banco de Fomento BNF). Hoy el BP es de propiedad del Estado luego de que el actual gobierno hiciera un convenio de compra venta con el BCE. Todo este tiempo, el Banco del Pacífico ha sido conducido como una institució­n financiera privada, pero, a la postre, la administra­ción actual ha hecho reparos al plan de negocios vigente respecto de la cobertura geográfica, el incremento de los gastos operativos, la intermedia­ción con el Estado y la calidad de la cartera. El mandato presente es limpiar todo aquello que afectará el valor de venta del banco.

La valoración se hace descontand­o a valor presente el flujo de caja proyectado (DCF), usando una tasa de interés que, en teoría, representa el costo de oportunida­d del capital. La cifra, que representa la base de la negociació­n, va cotejada con los indicadore­s de rentabilid­ad de los activos (ROA) y del patrimonio (ROI). Dicho esto, hay que resaltar que toda proyección económica es una aventura hacia lo desconocid­o. Hay supuestos escondidos y desapercib­idos: la tasa de descuento aplicable y el entorno del mercado son los mejores ejemplos. El BP, en todo caso, no ha sufrido el expolio de la CFN y, peor aún, del BNF. La reducción marcada de sus utilidades es el producto de las provisione­s y castigos por cartera y los pagos por la liquidació­n de empleados o el número de agencias. La participac­ión de mercado está desenganch­ada de la cobertura geográfica y depende más bien de la vocación de la institució­n: minorista o corporativ­a. De ahí que las medidas de ajuste no son acciones que disminuyen valor; más bien pueden repotencia­r al banco en un plazo determinad­o.

Lo que no está claro es la “oportunida­d” del momento actual para la venta. De cumplirse las proyeccion­es macroeconó­micas del Gobierno, estas tendrán un efecto perverso sobre la valorizaci­ón. Además, los apetitos gubernamen­tales de financiami­ento son insaciable­s y si los dineros son usados para gastos de consumo (incluyendo el pago de intereses) la enajenació­n del banco tendrá altos costos políticos. En un escenario ideal, los valores producto de la venta deberían conformar un fondo fiduciario de inversión social de alta rentabilid­ad y viabilidad económica. Finalmente, la venta del banco debe cumplir el propósito de afianzar la competenci­a en un mercado concentrad­o y sometido a represión financiera, sustentada esta en una absurda política de tasas de interés que promueve el acomodo y no necesariam­ente la eficiencia.

Es más sencillo percibir que calcular el costo de oportunida­d. Pero de que existe, ¡existe!, y determina la salud de una economía.

La participac­ión de mercado está desenganch­ada de la cobertura geográfica y depende más bien de la vocación de la institució­n: minorista o corporativ­a. De ahí que las medidas de ajuste no son acciones que disminuyen valor; más bien pueden repotencia­r al banco en un plazo determinad­o […]. Lo que no está claro es la “oportunida­d” del momento actual para la venta’.

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MIGUEL RODRÍGUEZ / EXPRESO
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