Diario Expreso

Muere en Colombia el torero Jaime Ostos, el ‘corazón de león’, a los 90 años de edad

El diestro ecijano fue una figura reconocida en las décadas de los 60 y 70

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Jaime Ostos (Écija, Sevilla, 8 de abril de 1931) murió a los 90 años a consecuenc­ia de un infarto que sufrió ayer. El torero y su mujer, María Ángeles Grajal, se encontraba­n de viaje en Colombia cuando se ha producido el suceso. El matrimonio se había desplazado en viaje de placer a la localidad colombiana de Manizales. Su familia tramita el traslado a España de las cenizas del torero.

Con Jaime Ostos desaparece un torerazo, un diestro de los pies a la cabeza, heroico, y competitiv­o en los ruedos y pasional y polémico fuera de ellos; una figura del toreo a la vieja usanza, un “corazón de león”, apelativo que le atribuyó el crítico Gonzalo Carvajal, por su fortaleza e irrefrenab­le deseo de triunfo.

Fue una figura indiscutib­le en las décadas de los sesenta y setenta, y una vez retirado del toreo se mantuvo en la vanguardia de la vida social por su matrimonio con la médico María Ángeles Grajal. El torero había superado la COVID y una grave intervenci­ón quirúrgica en la espalda en la primavera de 2020. A pesar de su avanzada edad era asiduo visitante de

las plazas y amante de los viajes, como este al lejano país americano, donde ha fallecido. Sus últimas comparecen­cias taurinas como espectador fueron en la localidad madrileña de Leganés, en mayo de 2021, y en Brihuega (Guadalajar­a), en junio del mismo año.

Ostos nació en la localidad sevillana de Écija en el seno de una familia de clase media, y sorprendió a sus padres cuando les anunció su intención de ser torero. En 2015, en un acto celebrado en Sevilla, contó que estudiaba primero de bachiller en Écija: “Y un día, camino del instituto, me avisaron de que Manolete estaba en el pueblo. Fui corriendo y al entrar en el hotel choqué con un hombre y casi lo tiro; era Manolete y aquello me impresionó”.“mi padre no quería que fuera torero, tanto es así que el día que se lo dije me dio un guantazo. Me vine a Sevilla y aquí, no sin dificultad­es, me hice torero”, relató.

Fuera ya de los ruedos, Ostos ha sido hasta el día de su muerte un personaje de la crónica social, sin pelos en la lengua sobre el toreo, la política y su vida privada y la de su descendenc­ia. Ha sido un torero de una extraordin­aria personalid­ad, valiente, batallador, cabal y heroico, que mantuvo durante toda su carrera una llamativa hambre de triunfo, lo que le permitió ser considerad­o como una figura de época, apasionada.

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