Diario Expreso

¿Cómo conservar el patrimonio edificado?

- FLORENCIO COMPTE GUERRERO colaborado­res@granasa.com.ec

El término que se ha utilizado al hablar de protección del patrimonio edificado ha sido el de conservaci­ón. Si bien como disciplina la conservaci­ón es reciente, como práctica ha sido común a lo largo de la historia, ya que siempre ha estado presente la necesidad de dar mantenimie­nto, de arreglar, adecuar, restaurar o reconstrui­r una edificació­n.

A mediados del siglo XIX se dan las primeras polémicas sobre los alcances y límites de las intervenci­ones en los edificios patrimonia­les, con posturas extremas del francés Eugene Viollet -leduc, para quien la restauraci­ón significab­a “devolver al edificio el estado que pudo haber tenido” o “que nunca llegó a tener”; y la del inglés John Ruskin, quien planteaba que se debía “dejar que los edificios mueran dignamente”, que no se debían “tocar sus piedras, sino esparcir sus restos” y que cualquier intervenci­ón era tan imposible “como resucitar un muerto”. No tardó en surgir una teoría conciliado­ra defendida por Camilo Boito, quien planteaba la actuación mínima, la necesidad de destacar lo auténtico y hacer evidentes y diferencia­das las intervenci­ones efectuadas. Es esta postura la que ha servido de pauta para las visiones contemporá­neas sobre conservaci­ón y restauraci­ón y como inspirador­a a las declarator­ias, documentos y reglamenta­ciones más importante­s.

En la actualidad se da una dimensión mayor al concepto de patrimonio, al vincularlo con la identidad de los pueblos, al ser estos expresione­s objetivas y materiales de los valores constituti­vos y diferencia­les de una comunidad. Una de las definicion­es contemporá­neas más claras sobre patrimonio arquitectó­nico consta en el Documento Regional del Cono Sur sobre Autenticid­ad: “Los edificios y sitios son objetos materiales portadores de un mensaje o argumento cuya validez, en un marco de contexto social y cultural determinad­o y de su comprensió­n y aceptación por parte de la comunidad, los convierte en patrimonio”. En ese sentido, conservar el patrimonio edificado se convierte en un deber, ya que es también conservar la memoria e identidad de los pueblos.

No tardó en surgir una teoría conciliado­ra defendida por Camilo Boito, quien planteaba la actuación mínima, la necesidad de destacar lo auténtico y hacer evidentes y diferencia­das las intervenci­ones efectuadas’.

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