Diario Expreso

Ayer tuvieron un mañana

- CÉSAR FEBRES-CORDERO LOYOLA Twitter:@caesaraemi­lius

Cuando nuestros próceres emprendier­on la lucha por nuestra independen­cia, no podían saber qué destino le deparaba a su causa. Sin embargo, podemos estar seguros de que entendían el alto precio que muchos tendrían que pagar. Montúfar, Antepara, Calderón y otros cuyos nombres hoy solo Dios conoce terminaron encontrand­o a la muerte junto al paredón, frente a las líneas enemigas o en el lecho de un hospital. Esa valentía, que hoy hace tanta falta, tenía un gran motor que hace bastante tiempo se perdió: la esperanza.

En esa época, entre la guerra y sus miserias, la generación libertador­a tenía un futuro. No estaban seguros de poder ganar en su día, pero veían cómo en ambos lados del Atlántico las naciones se emancipaba­n y las revolucion­es se multiplica­ban. La historia estaba claramente de su lado. A nuestra generación, aunque más próspera y heredera de la libertad que ellos ganaron, no le queda ni eso.

Nuestro presente es eterno y el horizonte se muestra vacío. Si para ellos el progreso de la historia era la marcha hacia un nuevo mundo más libre, para nosotros el reinicio de la historia es una constante vuelta en círculos. Las guerras y las crisis solo amenazan con el colapso del orden mundial, pero no prometen ninguna transforma­ción liberadora, aunque a veces traten de engañarnos. Mientras los Estados Unidos solo quieren mantener su hegemonía, Rusia y China sueñan con la restauraci­ón de un viejo pasado imperial. Para nuestros países no hay nada nuevo, solo jugar de peones en el gran tablero de las potencias. Para el género humano, el único fin común que se presenta es la catástrofe ambiental.

Incluso en la pequeña y patética política ecuatorian­a no queda nada que esperar. Todos hablan del pasado y practican viejas mañanas. La única novedad es la narcoviole­ncia, que nada tiene de progreso y sobre la que nadie es capaz de proponer una verdadera salida. No nos sorprendam­os, porque nadie puede dar lo que no posee.

Es por todo esto que la misión de nuestra generación es más grande que la de nuestros viejos héroes. Tenemos que construir un futuro que todavía no empieza a nacer. Para eso habrá que saber encender nuestra propia esperanza.

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