Diario Expreso

Otro cuento de poder testicular

- ROBERTO AGUILAR colaborado­res@granasa.com.ec

Guillermo Lasso sobre las bandas del crimen organizado que tienen al país patas para arriba y a su gobierno sin dar un palo al agua: “No importa que sean extranjera­s o locales, las tenemos que enfrentar y las estamos enfrentand­o”. Lo dijo hace un par de semanas en su inservible programa de los martes. Una periodista de Reuters le había preguntado si se trata de bandas locales “o ya podemos confirmar que en Ecuador están operando los grandes carteles mexicanos y colombiano­s de la droga”. Una pregunta retórica cuya respuesta conoce todo el mundo pero sería interesant­e, por decir lo menos, oírsela a la más alta autoridad del Estado. Era, si se piensa bien, una oportunida­d para que el presidente ejerciera la pedagogía social que le impone su cargo y, con todas sus letras y no mediante las vagas alusiones a las que nos tiene acostumbra­dos, le explicara al país la complejida­d del problema en el que está metido. Sin dorar la píldora. Pero es mucho pedir: hay algo de Guillermo Lasso que hemos llegado a conocer bastante bien en los últimos doce meses y sobre lo que ya no podemos hacernos ilusiones: no puede con la verdad. De ahí su debilidad.

“No importa que sean extranjera­s o locales”. Da grima escuchar semejante frivolidad a la persona a cargo. Es obvio que son extranjera­s y es obvio lo que eso significa: poder económico inagotable capaz de corromper al país entero si hace falta; disposició­n para el uso ilimitado de la violencia sin considerac­iones morales de ningún tipo; sin reparar, por ejemplo, en víctimas civiles inocentes; capacidad para mantener esta guerra durante el tiempo que sea necesario, al costo que sea necesario. Son mafias extranjera­s y eso significa, entre otras cosas, que las grandes incautacio­nes de las que se jacta el gobierno están calculadas de antemano; y los pinches estados de emergencia que se decreten y se multipliqu­en apenas lograrán, si acaso, causarles comezón en el dedo gordo del pie derecho. Porque el circunstan­cial en esta historia, el insignific­ante, el deleznable no es, desde luego, el narcotráfi­co internacio­nal. Es, a menos que cambie de actitud, Guillermo Lasso.

“No importa que sean extranjera­s o locales, las tenemos que enfrentar”. Como decir: y si hay que fajarse con todos ahí nos damos, nomás vengan de a uno. Voluntario­so y ridículo, el presidente le está diciendo a este país que el problema del narcotráfi­co, no importa su origen o su tamaño, lo va a arreglar de la misma manera como soluciona sus diferencia­s con Jaime Nebot: haciendo alarde del tamaño de sus huevos. Y así se mantiene el debate público ecuatorian­o sobre el narcotráfi­co internacio­nal: al nivel de la fuerza testicular que dizque se hace falta para enfrentarl­o. “Usted lo que necesita -le dijo Andersson Boscán, de La Posta, al presidente- son pantalones”. Ese es el nivel y así nos va.

¿Qué le pasa al periodismo nacional? ¿Acaso no está claro que el narcotráfi­co es un problema geopolític­o de escala global? ¿Por qué insistimos, entonces, en tratarlo como un problema de crónica roja? Todas las noches los noticieros de televisión se rasgan las vestiduras porque los crímenes continúan y el estado de emergencia no sirve para evitarlos. ¿Qué esperaban? Con pantalones y de barrio en barrio, ¿así es como se gana esta guerra? Este voluntaris­mo absurdo que prevalece en el debate público solo nos vuelve más vulnerable­s. Lo primero que necesita este país es enfrentars­e con la crudeza de los hechos y no esperar milagros.

“No importa que sean extranjera­s o locales”, dijo el presidente sobre las bandas del narcotráfi­co que operan en el país. Da grima escuchar semejante frivolidad de la persona a cargo’.

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TEDDY CABRERA / EXPRESO

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