Argentina busca combatir la violación de las indígenas
El femicidio de dos wichís, de 12 y 14 años, hizo que las mujeres protesten contra este delito ❚ Este abuso se remonta a la época de la conquista española
En 2019, un tribunal de la provincia argentina de Salta condenó a 17 años de cárcel a seis hombres por la violación en grupo de una niña de etnia wichí de 12 años que padecía una deficiencia mental. Este fallo reparador fue un primer paso para visibilizar el delito de chineo -como se conoce en Argentina a la violación por parte de hombres blancos de niñas, niños y mujeres indígenas- y a agrietar la impunidad con la que se ha perpetrado durante siglos en las zonas rurales y empobrecidas del noroeste del país. Aun así, los abusos sexuales colectivos continuaron.
Entre enero y marzo, Pamela, una niña wichí de 12 años, y Florencia, una adolescente de 14, fueron asesinadas. Sus cuerpos, hallados al lado de dos carreteras provinciales de Salta, presentaban signos de violencia sexual. Estos femicidios tuvieron escaso eco en el resto del país, pero provocaron un tsunami en el interior de las comunidades indígenas. Las mujeres comenzaron a romper el silencio sobre un tema tabú: casi una treintena se animaron a denunciar que habían sido violadas.
Las denunciantes cuentan ahora con el apoyo de líderes sociales y organizaciones de derechos humanos que exigen medidas urgentes para frenar estos delitos y que sean declarados crímenes de odio.
“No son prácticas culturales, como se suele decir. Son lisa y llanamente violaciones”, denuncia el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). “Son abusos sexuales que se dan con mirada cómplice de muchos de los que deberían protegerlas”, agrega Magdalena Odarda, directora de este organismo destinado a velar por los derechos de las comunidades indígenas en Argentina.
El INAI presentó una denuncia penal la semana pasada a partir de 27 casos identificados por la referente wichí Octorina Zamora, recientemente fallecida. “De esas mujeres solamente tres habían hecho la denuncia. Viven en
un clima muy hostil, en el que hay mucho amedrentamiento y temor por las distintas formas de represalia”, explica Odarda. El INAI quiere ser querellante en la causa.
Los orígenes del chineo se remontan a la colonización (los
españoles comenzaron a llamar chinas a las indígenas por sus ojos rasgados), pero hoy continúa. La mayoría de las víctimas viven en parajes rurales, en condiciones de extrema pobreza y con un Estado ausente.
En algunos casos, el delito es perpetrado por “grupos de varones que se dirigen al monte y cazan a adolescentes y niñas, a las que corren, persiguen, derriban y violan”, según el INADI. En otros, las engañan con el objetivo de abusar sexualmente de ellas y si se quedan embarazadas no se hacen cargo.
“El padre de mi niño era un hombre que vino a trabajar en la ruta. Me embaracé con 14 años, él tenía 40. Después de un tiempo se fue, me dejó sola y se fue a otra provincia. Con el tiempo entendí que fui abusada y no lo sabía”, dice uno de los testimonios de la carta elaborada por la primera Asamblea general de mujeres indígenas de la ruta 81, el pasado febrero.