EL MISTERIO DE LOS RETUITS
■ La enorme cantidad de seguidores de Rafael Correa en el Twitter, contrasta con el bajísimo número de cuentas a las que él sigue: apenas 30. Están el Papa y su partido, su abogado y la perfecta de Pichincha, Evo Morales y Nicolás Maduro, Ricardo Patiño y Alexis Mera, alguno de sus medios digitales de propaganda, Inna Afinogenova, la Internacional Progresista, Ronny Aleaga y pocos más. Como si el hecho de que Correa siga la cuenta de alguien fuera una especie de distinción honorífica que no cualquiera se merece. El caso es que su `timeline', es decir el repertorio de mensajes, debe ser francamente aburrido pero, sobre todo, bastante restringido. ¿Cómo hace, entonces, para retuitear a tanta gente? Porque basta con que un anónimo estudiante de Yachay comente algún éxito académico; o que un oscuro militante de Pascuales lance una frase chispeante en apoyo a Jorge Glas; o que un periodista al que considera enemigo publique algo que lo haga merecedor de un insulto, para que Correa lo retuitee o lo comente. ¿Trabaja para él una red de tuiteros que le remiten información que le puede interesar? ¿O quizás -menos aparatoso y, por tanto, más probablemantiene abiertas otras cuentas secretas, bajo seudónimo, en las que él resulta seguidor de 3 millones de personas? Ahí sigue a Guillermo Lasso y a Diana Salazar, a Carlos Vera y a los 4 pelagatos, a Iván Duque y Joe Biden, en fin, a miles de personajes inconfesables que lo mantienen enganchado en la pantalla reventándole la bilis que después destila en sus mensajes. A lo mejor Rafael Correa tiene un serio problema.