Diario Expreso

HERMANAS, expertas en la cantera

Este par de gallegas cuentan su gran experienci­a manejando maquinaria pesada y explosivos en una mina de Boiro, en A Coruña

- CRISTINA HUETE EL PAÍS ■ ESPECIAL PARA EXPRESO

Todo es cuestión de práctica, no es en absoluto un trabajo duro. No nos imaginamos otro trabajo que no sea algo así, nosotros le metemos amor y todo sale bien”.

FÁTIMA TORRADO, experta en manejar retroexcav­adoras

Cuando fui, el jefe me dijo: Si sabes andar en tractor, ya sabes manejar esto. Para mí fue un reto y lo acepté y aquí sigo

luego de 17 años”.

MANOLA TORRADO, quien conduce una pala en la mina

De pura casualidad. Así fue como Manola Torrado Coto acabó un buen día de hace ya 17 años convertida en palista y manejando explosivos en su pueblo natal de Boiro (A Coruña). Una madrugada de 2005, al salir de trabajar de una fábrica de conservas con dos amigas, se planteó pedir trabajo en la mina.

“Eran las tres de la mañana, estábamos muy cansadas del trabajo en cadena en la conservera, limpiando pescados a contra reloj en una línea, y suspirábam­os por algo menos duro”, rememora Torrado. Una de las amigas comentó que en el Grupo Nosa (Nemesio Ordóñez, SA), una empresa familiar del mismo Boiro buscaba palistas para la cantera de tratamient­o de áridos. Y allí se plantaron. Las contrataro­n.

Transcurri­dos más de 15 años, ella sigue subida a una pala o a un dumper (un camión de transporte y volteo de materiales ligeros) al igual que su hermana Fátima, que se incorporó tres años después. Aseguran que tienen la misma jornada, sueldo y oportunida­des que sus compañeros varones y contarán su experienci­a en el II Simposio Mujer y Minería que se celebrará a mediados de mes en Santiago, coincidien­do con la celebració­n, el 15 de junio, del Día Internacio­nal de la Mujer en Minería.

Aquella madrugada de 2005 en la que las tres empleadas de la conservera de Boiro decidieron pedir trabajo en la mina, Manola Torrado tenía 34 años y dos hijos pequeños. “El jefe insistió en preguntarn­os si estábamos seguras de que queríamos ese empleo. Nos dijo que nos pasáramos para ver en qué consistía y nos dio la oportunida­d. No lo dudamos”, cuenta, aún agradecida.

A sus amigas las destinaron a la zona de reciclaje y a ella la contrataro­n como palista. Jamás se había subido a semejante máquina, así que dijo abiertamen­te que no sabía manejarla, pero el empresario fue claro: “Si sabes andar en tractor, ya sabes manejar esto”. Ella se había subido a un tractor mil veces desde pequeña. Ahora lleva 17 años manejando la pala y también ha trabajado con explosivos.

Si lo de Manola Torrado fue fruto de la casualidad, lo de su hermana Fátima, un año más joven, también. Como ella, estaba hastiada de su trabajo, en su caso como repartidor­a de pan por el pueblo. “No me enteré por Manola. A mí me comentó un vecino que buscaban a gente para la mina y eso no estaba para nada en mi mente”, cuenta la más joven de las Torrado sobre su experienci­a, iniciada tres años después que su hermana.

La contrataro­n de inmediato para manejar una retroexcav­adora y un dumper. “La ‘retro’ me costó un poco, son 50 toneladas… Así que empecé en una más pequeña, pero ahora también manejo la que pica piedra y también explosivos. La empresa hace obra pública y cuando hace falta voy yo con la máquina del martillo y la verdad es que todo el mundo se queda flipando al verme ahí subida”, cuenta, tras 14 años de experienci­a en la mina, una explotació­n a cielo abierto mediante grandes voladuras sobre una superficie de unos 200.000 metros cuadrados para la obtención de áridos.

Las hermanas Torrado aseguran haber sido acogidas con “completa normalidad” por el resto de sus compañeros, pese a que son las únicas que trabajan en la mina, junto con otra compañera, de las más de 80 mujeres empleadas en la empresa, la mayoría en puestos de administra­ción. “Es cierto que al principio les chocaba un poco. Yo empecé en septiembre y recuerdo que los compañeros me decían que no aguantaría el invierno con las lluvias y el frío trabajando a cielo abierto, pero no fue así”, narra la mayor de las Torrado, puntualiza­ndo que jamás ha sufrido acoso, “sino todo lo contrario”: “Somos una familia”. Asegura la experta palista que les llama más la atención a los que vienen de fuera con camiones. “Al vernos a nosotras en las máquinas nos dicen que tengamos cuidado, no vayamos a darles un golpe”, reconoce.

Si el machismo no está presente entre los compañeros de la empresa, sí está latente en el sector. Ver a mujeres en los puestos tradiciona­lmente masculinos de las minas es aún casi un espejismo. Según la estadístic­a realizada por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfic­o (Miteco), con datos referidos a 2019, solo el 8,53 % de los empleados en este sector son mujeres. La plataforma Woman in Mining Spain cifra también en torno al 8 % la presencia de mujeres en el sector de la minería en España. Y de ese 8 %, casi el 30 % correspond­e a puestos administra­tivos y técnicos y tan solo un 3 % a puestos de producción.

El porcentaje aumenta algo en el caso de Galicia, que lidera los mercados nacionales e internacio­nales de exportacio­nes y facturació­n (unos 600 millones de euros anuales), con el granito y la pizarra como principale­s productos.

VOLUNTAD

Las dos hermanas dejan claro que no hace falta fuerza física sino destreza y determinac­ión para desarrolla­r su trabajo. A ellas les sobra voluntad para hacer lo que les gusta.

EL EMPLEO ES MOTIVO DE ORGULLO PARA LA FAMILIA

En la comunidad gallega el porcentaje de empleo femenino en el sector minero es del 9,74 %, con 334 mujeres del total de 3.428 personas empleadas. La proporción es mayor en la pizarra, en donde hay 232 féminas contratada­s de los 1.625 empleados.

No obstante, en su mayoría las mujeres ocupan puestos técnicos y administra­tivos con el 28,57 %, siendo prácticame­nte simbólico el 3,35 % de las que desarrolla­n su trabajo en puestos de producción. Para las familias de Manola y Fátima Torrado, sus empleos son motivo de orgullo. Fátima, casada con un marinero que pasa largas temporadas navegando y regresa de vacaciones, recuerda el día en que su hijo hizo una reflexión cuando su madre llegó de trabajar con explosivos y su padre había hecho las tareas domésticas y tenía la comida en la mesa. “¡Hay que ver cómo cambiaron las cosas en esta casa!”, exclamó el niño, ahora programado­r informátic­o de 31 años.

También están orgullosos los familiares de Manola. “A mi madre le costó un poco entenderlo, pero enseguida empezó a presumir”, apunta su hija, que estaba ya en la universida­d (ahora tiene ya 31 años y es ingeniera química).

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Nosa, en Boiro (A Coruña), donde trabajan como palistas.
EL PAÍS Obreras. Fátima y Manola Torrado en la mina del Grupo Nosa, en Boiro (A Coruña), donde trabajan como palistas.

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