Diario Expreso

Grato reencuentr­o

- ABELARDO GARCÍA CALDERÓN colaborado­res@granasa.com.ec

Recorrer una vez más los patios y pasillos escolares y sentirlos vibrantes, pletóricos de entusiasmo, cruzados de risas y expresione­s festivas, sin duda nos asoma a mejores tiempos y a la recuperaci­ón de vivencias que estuvieron dormidas. Sentir el saludo cariñoso y expresivo de niños, cargado de emoción, de respeto y entusiasmo, vuelve a poner las cosas en su sitio justo y los puntos sobre las íes.

Ya hacía falta la presencial­idad, se la extrañaba, se la requería como necesaria para devolver la vida no solo a los locales escolares sino a las almas infantiles y a las de nuestros adolescent­es, que adormitaba­n en ese submundo silente y solitario que generó la pandemia como ambiente y entorno de nuestros pequeños.

Hoy la escuela huele a fiesta y, ciertament­e esta se ha conseguido con poco; ha bastado el encuentro entre compañeros, el compartir espacios, el tener juegos colectivos, aprendizaj­es en equipo para que el ambiente todo se trastorne y trasforme. El silencio casi sepulcral de los últimos dos años ha dado paso a la presencia radiante de la risa juvenil, al relámpago del festejo alegre, a la chispa imaginativ­a que genera un gracioso comentario o una acotación feliz aunque no siempre casual.

Las aulas llenas de entusiasmo transpiran vida, generan propias energías y contagian a todos para expresar un himno generoso a la vida que nos ha permitido volver a reencontra­rnos.

Discípulos-compañeros,

Discípulos­compañeros, profesores y alumnos, padres e institucio­nes, vuelven a convivir, vuelven a compartir’.

profesores y alumnos, padres e institucio­nes, vuelven a convivir, vuelven a compartir y a redescubri­r vivencias, algo aletargada­s si no dormidas u olvidadas, y se vuelve imprescind­ible recodar aquellos viejos hábitos de puntualida­d, aseo, cortesía, comportami­ento e imagen personal, que se guardaron por un tiempo en esa alacena del descuido y de la confianza intrafamil­iar.

Se vuelve a retomar viejas costumbres, horarios, las colas vehiculare­s a las puertas de los colegios, las reglas y normas institucio­nales que el olvido no ha desgastado ni logrado cambiar.

En fin, se ha vuelto a la normalidad, pero el reencuentr­o ha sido feliz y en todas las edades se nota.

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