Diario Expreso

LEGUIZAMÓN Una muralla que se derrumba por sus hijas

El zaguero central de Emelec es firme en la cancha, pero cuando se pone la camiseta de padre se rinde ante sus dos amores: Lucía y Delfina

- STÉFFANO DUEÑAS PAZMIÑO duenass@granasa.com.ec GUAYAQUIL ■

Es un padre muy divertido, cariñoso, muy compinche con sus hijas. A veces yo quedo como la mala, porque me contradice y les da todos los gustos posibles.

ROCÍO CAMISAY, esposa de Aníbal Leguizamón

Me siento un bendecido por estar en el lugar en el que estoy y disfrutar los buenos momentos con mi familia, porque en el fútbol no todo es color rosa”.

ANÍBAL LEGUIZAMÓN,

defensor de Emelec

Aníbal Leguizamón, defensor argentino que ha vestido la divisa del Bombillo desde la temporada 2019, ha tenido que verse las caras con delanteros poderosos a nivel local e internacio­nal, desde Rodrigo Aguirre hasta Gabigol. Su firmeza en la zaga y su calidad para salir jugando lo han hecho merecedor de un contrato a largo plazo con Emelec; pero lo cierto es que cuando cruza la puerta de su hogar, dos nenas lo superan fácilmente con regates llenos de besos, desmarques con travesuras y unos abrazos que lo desentiend­en de cualquier situación a su alrededor.

Ser padre para Leguizamón es la mayor bendición y reto que llegó a su vida, sobre todo porque fue en un momento de incertidum­bre en su carrera. Cuando estaba por nacer su primer amor, Lucía, la historia detrás de su llegada no fue como la imaginaba. Sin embargo, ese sentimient­o estaba destinado a brillar.

“En 2014, tenía 21 años y por circunstan­cias de la vida me tocó estar lejos de mi familia. Estaba en Paraguay tratando de conseguir club y unos días antes de que Lucía nazca, cobré mi primer sueldo y gracias a Dios se lo pude enviar a mi esposa que estaba en Argentina. La verdad es que fue la noticia más linda de mi vida. Me dolió mucho estar lejos cuando nació. Uno planea o imagina ciertas cosas que no terminan sucediendo, pero hay que vivir el día a día y disfrutar el presente”, cuenta.

Es precisamen­te Lucía quien toma la batuta de la conversaci­ón y habla de su padre como el “divertido”, pero sobre todo “un buen hombre”, con quien comparte desde jugar Playstatio­n o ver películas juntos en el cine, hasta leer la Biblia infantil antes de dormir.

“Mi papá es muy divertido, siempre jugamos y cada vez que tiene libre trata de estar con nosotras. La verdad es que a mí me pone muy contenta que se esfuerce mucho. Lo veo como un buen hombre. Lo veo como alguien profesiona­l, una persona sencilla. A veces jugamos un juego de la ‘Play’ y es muy divertido. Nos encanta”, dice la nena de ocho años.

Y es precisamen­te ese sacrificio por buscar sus sueños que resalta su hija, el que muchas veces lo ha privado de compartir momentos importante­s con su familia. Cumpleaños, nacimiento­s, eventos especiales. Pero ha logrado que esos pequeños detalles tengan una carga emocional invalorabl­e cuando se pueden dar, como hace poco, cuando premiaron a Lucía en su escuelita por sus notables calificaci­ones en el cuadro de oro.

“Ella no sabía, era todo sorpresa porque ella (Lucía) me venía preguntand­o hace semanas si iba a poder llegar. Le comenté a mi esposa y le dije que le hagamos algo sorpresa. Le pedí que me compre un ramo de rosas bien lindas. Salí de entrenar y pude llegar. Cuando ingresó ella, vernos mutuamente cara a cara fue algo único que va a quedar grabado en mi corazón, porque para mí esos son los momentos más importante­s de la vida; los que ellas siempre van a recordar y yo voy a recordar. Ser un padre presente, estar en los mejores momentos de su vida y los no tan buenos. Para apoyarla siempre, yo desde la tribuna del colegio, como ella siempre a mí desde la cancha. Fue muy gratifican­te para mí. Me llenó de orgullo, esfuerzo y valentía”, expresa mientras cruza miradas y sonrisas con Lucía.

A la hora de contar su parte de la historia, Lucía no oculta su emoción. “Me sentí muy feliz porque unos días antes le dije a una amiga que mi papá no iba a poder estar, y ella al parecer le contó a su mamá. Y su mamá se vio con mi papá antes de entrar al evento y le dijo. Cuando ya estaba por entrar, me puse a llorar y justo estaba en la tercera fila, casi al filo, estábamos cerca de mi papá, nos dijimos unas cositas, me puse muy contenta”.

Leguizamón sabe que no siempre puede estar junto a ellas, pero cuando puede lo hace notar, sobre todo para protegerla­s. “La última vez me enojé. Retomó (las clases de danza) y se cayó un par de veces y los profesores estaban en otra cosa. Los padres no podemos ingresar, pero yo estaba viendo todo. Entonces cuando se vuelve a caer y veo que nadie la ayuda, ingresé y le dije: ‘Mire señorita, ¿se puede fijar en mi hija, por favor?, que se acaba de lastimar. ¿Les puede prestar un poco más de atención a los chicos?’. Sí me calenté”, relata entre risas junto a Lucía.

Pero si hay una pieza fundamenta­l para poder cumplir a carta cabal como padre, es su esposa: Rocío Camisay. “Soy un bendecido por tener la esposa que tengo. Estamos juntos desde los 16 años. Valoramos mucho el camino recorrido y es el que hoy nos permite tener la capacidad de disfrutar y emocionarn­os con muchas cosas que vivimos. Somos personas muy sensibles y lo tenemos presente por todo lo que hemos luchado codo a codo para poder brindar lo mejor a nuestras hijos. Y no lo mejor en cuanto a lo material, sino calidad humana, brindarles las herramient­as para que sigan creciendo en la vida”, explica.

Al preguntarl­es a Rocío y Aníbal si están en busca del tercer Leguizamón, se ríen, pero lo tienen claro. “Por el momento no. Sinceramen­te, como todo hombre, deseo un varón, pero ella (Rocío) se merece su tiempo de estudiar, de poder crecer. Acá no solo soy yo, acá somos un equipo, y ella también tiene sus deseos, sus sueños. Creo que es el tiempo de ayudarla como esposo, así como ella me ha ayudado a mí”.

El ocaso se empieza a asentar. Lucía debe ir a alistarse para dormir, porque mañana tiene clases. Y Delfina, la más traviesa de la casa, pasea a su mascota por la vereda. Aníbal deja una última reflexión: se siente un bendecido por cumplir su sueño (jugar fútbol), pero admite que “lo primero es ser buena persona, lo más importante es ser un buen padre, un buen hijo, un buen esposo, eso te lleva a hacer bien las cosas para Dios y para la familia”.

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 ?? CARLOS KLINGER / EXPRESO ?? Incondicio­nal.
Rocío, Lucía y Delfina son los pilares de Aníbal.
CARLOS KLINGER / EXPRESO Incondicio­nal. Rocío, Lucía y Delfina son los pilares de Aníbal.
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