Diario Expreso

Tienen tinnitus

- SARA ESPAÑA Twitter: @Saraespana

Es un zumbido constante en el oído, molesto de forma constante, un timbre que en momentos de estrés puede provocar reacciones iracundas en el paciente desesperad­o. Y es para siempre. A diferencia de los afectados por esta dolencia auditiva, el Gobierno puede decidir si lo apaga de una vez o seguir ignorándol­o hasta exasperars­e por ese ruidito a bajos decibelios.

El run run de los últimos doce meses de administra­ción ha elevado hoy el tono, inundando las calles y boicoteado el normal ir y venir del país entero. Dice el presidente que está dispuesto a dialogar y lo ha puesto en papel. Pero, con el malestar social crispado como está ahora, retumban más las palabras de ayer del canciller Juan Carlos Holguín. Con un mensaje sosegado y autocrític­o reconoce que el Gobierno llegó al poder prometiend­o escuchar y después, como si fueran tinnitus, esas voces críticas y esas reivindica­ciones sociales movidas por las carencias existencia­les pasaron a ser un zumbido a mínimo volumen. Constante, pero silenciado. Desatendid­o.

Ese dejar en visto las peticiones de los grupos sociales cuando no hay en juego una elección o una votación en la Asamblea ha ayudado a cosechar unas iras que siempre han estado sembradas. La pobreza, el racismo y la marginació­n de las comunidade­s explotan siempre mucho mejor cuando hay quien azuce. Pero no ser consciente de ese bagaje social y cultural es vivir inconscien­temente.

Lo más difícil ahora, cuando el tinnitus pasó a estallido, es templar los ánimos dando concesione­s necesarias para una vida digna y, a la vez, plantar cara y mano dura para que no ganen espacio los oportunist­as políticos en la sombra, que excitan adrede la agitación política. La desestabil­ización solo favorece a los que están fuera del sistema. Ni a los manifestan­tes ni a los ecuatorian­os en general les va a resolver ningún problema desmembrar al país.

Carondelet debe escuchar y tener mano izquierda e inteligenc­ia para discernir entre los pedidos sociales legítimos y los boicots sin sentido. Aplicar empatía y comprensió­n a los primeros, firmeza a los segundos y, de su propia iniciativa, invertir en credibilid­ad. Lo de prometer para luego ver, ya no se lo cree nadie.

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