No bajar la guardia
El gran éxito en la contención de la pandemia de COVID-19 ha sido proclamado universalmente. En efecto, fue muy bien realizado el trabajo de conseguir vacunas, obteniendo generosas donaciones de los países amigos o dinero para comprarlas. Se trabajó con igual celeridad en la promoción de los beneficios de vacunarse y se logró que los ciudadanos acudan a los múltiples puestos de salud. Más importante todavía, se concitó, bajo el liderazgo presidencial, la colaboración de la sociedad actuando como un conjunto con propósito claramente predeterminado: frenar las muertes que en los primeros días de titubeos y desconocimiento dieron lugar a todo género de circunstancias: desde los productos milagrosos hasta el criminal aprovechamiento del omnipresente miedo de entrar a un hospital, del que probablemente se saldría sin vida y sin las prendas de algún valor que se portase. Después, son múltiples los casos de vidas salvadas, aunque la infección se produjo en pacientes de la tercera edad, por suerte ya inmunizados y con las respectivas dosis de refuerzo.
Cabe entonces no descuidarse. Mantener la mascarilla en los espacios cerrados y lavarse frecuentemente las manos. En las actuales circunstancias, de concentraciones masivas, podría darse un rebrote y sería de muy graves consecuencias.
Son frecuentes las advertencias que llegan del exterior: la pandemia no ha terminado y sería lamentable bajar la guardia y olvidar las medidas básicas de prevención’.