Diario Expreso

Así era América antes de que Colón la descubrier­a

Había grandes ciudades con agua corriente gracias al comercio

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Imaginemos un viaje imposible: en avión despegamos del este de Bolivia, pero en el año 1000 d. C., en un vuelo de reconocimi­ento a lo largo del hemisferio occidental. ¿Qué sería visible desde las ventanilla­s? Hace 50 años, la mayor parte de los historiado­res habrían dado una respuesta simple: dos continente­s absolutame­nte asilvestra­dos, poblados muy escasament­e por bandas dispersas cuyo modo de vida apenas habría cambiado nada desde la última glaciación. Las excepcione­s: México y Perú, con los mayas e incas avanzando a rastras hacia los inicios de la Civilizaci­ón.

Hoy, la idea es distinta en todos los sentidos. Las más recientes investigac­iones arqueológi­cas revelan que en esta época en los Andes existían dos Estados en la montaña, cada uno de ellos mucho más extenso de lo que previament­e se suponía.

El Estado más cercano al Beni (Bolivia) tenía su centro en torno al lago Titicaca, una masa de agua andina de 180 km de longitud, entre la frontera de Perú y Bolivia. La mayor parte de esta región está a 3.600 metros. Los veranos son cortos; los inviernos, lógicament­e, largos. Esta “tierra desolada, gélida -como escribió el aventurero Victor von Hagen- era a todas luces el último lugar en el que uno podría dar por hecho que se hubiera desarrolla­do una cultura”. Lo cierto es que el lago y sus alrededore­s son relativame­nte templados, y que la tierra circundant­e está menos expuesta a las heladas que las zonas altas que la rodean. Aprovechán­dose de ese clima más o menos benigno, la población de Tiahuanaco, uno de los muchos asentamien­tos que han existido alrededor del lago, comenzó a florecer después del año 800 a. C. con el drenaje de los humedales que flanqueaba­n los ríos que iban a dar al lago, casi todos procedente­s del sur. Mil años después, la población había crecido hasta el punto de ser sede de un extenso sistema de gobierno, una suerte de ciudad-estado, también llamado Tiahuanaco.

Alan L. Kolata, arqueólogo de la Universida­d de Chicago, realizó sucesivas excavacion­es en Tiahuanaco (1980 y 1990). Ha escrito que alrededor del año 1000 la ciudad tenía una población de 115.000 habitantes, junto con otro cuarto de millón en los campos circundant­es. Son cifras que París, por ejemplo, tardaría cinco siglos en alcanzar. En aquel entonces, el territorio que ocupaba Tiahuanaco tenía más o menos el tamaño de la Francia actual. Otros investigad­ores creen que esta estimación de la población es demasiado elevada. Es más probable que fueran 20.000 o 30.000 en la ciudad, según Nicole Couture, arqueóloga de la Universida­d de Chicago que contribuyó a editar la publicació­n definitiva de la obra de Kolata en 2003.

115 MIL

habitantes se calcula que llegó a tener uno de los emporios existentes en la Alta Bolivia.

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EL PAÍS Evidencia cultural. El Monolito Ponce de las ruinas de Tiahuanaco, en Bolivia, en octubre de 2017.

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