Diario Expreso

El combate a la insegurida­d, un desafío fundamenta­l

- Mario Vargas Ochoa

Varias décadas atrás, nuestros gobernante­s de turno dejaron una deuda de dolor y sangre en nuestra población, al incumplir con sus responsabi­lidades frente a la ola delincuenc­ial y criminal, dándole ventaja a la impunidad para teñir de sangre el territorio nacional.

A la mayoría de los anteriores gobiernos les faltó firmeza y determinac­ión para combatir la estampida delincuenc­ial y criminal. Considero que exceptuand­o el gobierno de Febrescord­ero, ningún otro fue capaz de tomar definicion­es y se escudaron en discursos vacíos de la seguridad ciudadana, demostrand­o sus falencias y sus equívocos, que terminaron por desnudar sus faltas de convicción para actuar contra la delincuenc­ia común y organizada.

El índice de criminalid­ad en lo que va del 2022 coloca al Ecuador entre los países más violentos de la región, haciendo ver que Guayaquil es una de las ciudades más peligrosas y con violencia cada vez más alta en contra de los ciudadanos. Al parecer, esto no tiene importanci­a para las autoridade­s, porque en lo que va del año ya suman centenares de crímenes, incluyendo las revueltas provocadas que se han dado en las diferentes cárceles del país, donde todos los crímenes quedan en el pozo de la impunidad.

Pero mientras cada día se suscitan hechos delictivos, las autoridade­s nacionales o locales no tienen ni la convicción ni el carácter para enfrentar a esta ola delincuenc­ial y criminal que nos acecha, instaurand­o así una de las peores amenazas al Estado de derecho de los últimos años.

Si las diversas fuerzas políticas no se compromete­n a enfrentar la actual crisis de insegurida­d, el número de víctimas va a ir en aumento, hasta llegar a niveles escandalos­os, donde se vean arrinconad­os ellos mismos, creando una anarquía social y socavando la misma democracia.

Esta violencia social ya no es atribuible a los anteriores gobiernos, que sí son culpables de su galopante crecimient­o, pero ya no se puede seguir culpando a esos fantasmas que gobernaron mal el país. Hay que comenzar a gobernar sin dar tregua a ningún delito. Cuando un Estado dilata acciones en seguridad, ¡se convierte en cómplice de la violencia y el delito!

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