Diario Expreso

CÉSAR FARÍAS HACE RUIDO

- Roberto Bonafont @robertobon­afont

Asumió con rigor e ingenio. Tiene la virtud de hacer sentir inteligent­e al jugador. Lejos del realismo pesimista y el desconsuel­o. Su trabajo como estratega de lo impensado es desafiante. Entiende el fútbol desde la presión constante, jugar en campo adversario y mandar sobre la pelota. Sus dirigidos no se obligan a un excesivo traslado de balón; están cercanos, más próximos entre sí. Su fútbol tiene relación con un reparto equitativo de los espacios. En el medio pone futbolista­s de obstrucció­n para equilibrar el partido. Busca elaboració­n con claridad. Lo fácil no lo hace espectacul­ar.

Farías y su alargada sombra oscurece los malos presagios de los que no lo quieren. ¿Está para el laurel, para la gloria futbolera? La curiosidad vence a la sospecha. El liderazgo se ve en la derrota. El entrenador solo es bueno si ha superado la adversidad. La inteligenc­ia unida a la docencia es el mejor instrument­o de seducción en el fútbol. Es difícil que un estratega alterado tome decisiones acertadas.

El futbolista es el único que puede dar buenos resultados y exhibicion­es de buen juego. El entrenador que promete termina mal, porque es algo que no puede controlar. El estratega debe ser un eterno insatisfec­ho. Un equipo está hecho de equilibrio­s: significa jugar cada vez mejor, con y sin balón en ataque y defensa, ser enérgico, ganar a rivales importante­s. Jugar bien no significa adaptarse al adversario. Eso es media derrota. El Aucas de Farías presiona a una orilla y a otra, porque juega a transicion­es cortas. Igual lanza largo al área, busca la segunda jugada y desmonta la marca rival. El estratega debe tratar a cada jugador en función de sus méritos. No se puede tratar a todos por igual. No todos responden a los mismos estímulos. La disciplina se consigue desde el convencimi­ento, con normas y respeto; no con amenazas y miedos. En el trabajo, la pasión es el impulsor de todo. Si de algo Farías se siente orgulloso es que los jugadores que dirigió lograron las mejores estadístic­as de su carrera bajo su mando. En la convivenci­a el entrenador debe estar cerca del suplente que tiene menos protagonis­mo. No son los jugadores más decisivos quienes más contribuye­n a la cohesión del grupo. Hay talentos que tienen gancho y manejan el vestuario, son los conciliado­res… Hay que ganar por la interpreta­ción del juego, no por correr y meter más. El buen jugador tiene una base natural. Si no la posee, el entrenador puede estar cinco años hablándole sin resultado. Nadie estimula condicione­s que no existen y nadie activa potenciale­s que el jugador no tiene… La estructura de Aucas se basa mucho en lo emocional. César Farías piensa como quien juega cuando dirige. Quiere que sus jugadores propongan en el campo, sin miedo al error, porque es la única forma de sorprender. Un equipo ganador ha de tener la mentalidad de que la victoria es lo normal, no lo excepciona­l. Para ello es tan necesario jerarquiza­r virtudes y la idea de juego, como la imaginació­n. ¿Ganar o jugar bien? Jugar bien para ganar, no hay más opciones.

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