CÉSAR FARÍAS HACE RUIDO
Asumió con rigor e ingenio. Tiene la virtud de hacer sentir inteligente al jugador. Lejos del realismo pesimista y el desconsuelo. Su trabajo como estratega de lo impensado es desafiante. Entiende el fútbol desde la presión constante, jugar en campo adversario y mandar sobre la pelota. Sus dirigidos no se obligan a un excesivo traslado de balón; están cercanos, más próximos entre sí. Su fútbol tiene relación con un reparto equitativo de los espacios. En el medio pone futbolistas de obstrucción para equilibrar el partido. Busca elaboración con claridad. Lo fácil no lo hace espectacular.
Farías y su alargada sombra oscurece los malos presagios de los que no lo quieren. ¿Está para el laurel, para la gloria futbolera? La curiosidad vence a la sospecha. El liderazgo se ve en la derrota. El entrenador solo es bueno si ha superado la adversidad. La inteligencia unida a la docencia es el mejor instrumento de seducción en el fútbol. Es difícil que un estratega alterado tome decisiones acertadas.
El futbolista es el único que puede dar buenos resultados y exhibiciones de buen juego. El entrenador que promete termina mal, porque es algo que no puede controlar. El estratega debe ser un eterno insatisfecho. Un equipo está hecho de equilibrios: significa jugar cada vez mejor, con y sin balón en ataque y defensa, ser enérgico, ganar a rivales importantes. Jugar bien no significa adaptarse al adversario. Eso es media derrota. El Aucas de Farías presiona a una orilla y a otra, porque juega a transiciones cortas. Igual lanza largo al área, busca la segunda jugada y desmonta la marca rival. El estratega debe tratar a cada jugador en función de sus méritos. No se puede tratar a todos por igual. No todos responden a los mismos estímulos. La disciplina se consigue desde el convencimiento, con normas y respeto; no con amenazas y miedos. En el trabajo, la pasión es el impulsor de todo. Si de algo Farías se siente orgulloso es que los jugadores que dirigió lograron las mejores estadísticas de su carrera bajo su mando. En la convivencia el entrenador debe estar cerca del suplente que tiene menos protagonismo. No son los jugadores más decisivos quienes más contribuyen a la cohesión del grupo. Hay talentos que tienen gancho y manejan el vestuario, son los conciliadores… Hay que ganar por la interpretación del juego, no por correr y meter más. El buen jugador tiene una base natural. Si no la posee, el entrenador puede estar cinco años hablándole sin resultado. Nadie estimula condiciones que no existen y nadie activa potenciales que el jugador no tiene… La estructura de Aucas se basa mucho en lo emocional. César Farías piensa como quien juega cuando dirige. Quiere que sus jugadores propongan en el campo, sin miedo al error, porque es la única forma de sorprender. Un equipo ganador ha de tener la mentalidad de que la victoria es lo normal, no lo excepcional. Para ello es tan necesario jerarquizar virtudes y la idea de juego, como la imaginación. ¿Ganar o jugar bien? Jugar bien para ganar, no hay más opciones.