Diario Expreso

Aquí tienen sus infiltrado­s

- ROBERTO AGUILAR

Ya es costumbre: cuando de violencia política se trata, el país entero (y la izquierda en particular) mira para otro lado. Pero esta vez tres militantes del movimiento guevarista han sido sentenciad­os a 16, 13 y 5 años de prisión por un crimen horrendo: tráfico de personas. ¿Seguiremos hablando de infiltrado­s después de lo que se reveló con este caso?

Quedó demostrado en tribunales que el Movimiento Guevarista Tierra y Libertad, del Ecuador, mantiene vínculos operativos con el grupo armado colombiano Segunda Marquetali­a, una facción de disidentes de las FARC liderada por el famoso comandante Luciano Marín Andrango, alias Iván Márquez. Durante los diálogos de paz que tuvieron lugar entre 2012 y 2016, Iván Márquez fue jefe negociador de la guerrilla. Una primera etapa de los diálogos condujo al reconocimi­ento del derecho de los exguerrill­eros a participar en la política, gracias a lo cual Iván Márquez se convirtió en senador de la república. Una etapa posterior abordó el espinoso asunto de la participac­ión de las FARC en el negocio del narcotráfi­co, ante lo cual Iván Márquez abandonó su cargo y volvió a la lucha armada. En otras palabras: prefirió el narcotráfi­co al Senado, que paga bien pero no tanto. Y a eso, al narcotráfi­co, se dedica la tal Segunda Marquetali­a, los amigos de nuestros guevarista­s.

Quedó demostrado en tribunales que los guevarista­s ecuatorian­os envían a sus bases a formarse en los campamento­s que la Segunda Marquetali­a opera en la frontera entre Colombia y la narcorrepú­blia de Venezuela. Ahí reciben, a más del consabido adoctrinam­iento marxista leninista, entrenamie­nto en guerrilla urbana, defensa personal y disciplina paramilita­r. Ha quedado resuelto, al menos en parte, uno de los enigmas más famosos del Ecuador contemporá­neo: la identidad de los “infiltrado­s” de Leonidas Iza. No es una casualidad que uno de los sentenciad­os, Carlos Carguachi, sea dirigente indígena y exvicepres­idente de la Ecuarunari.

Quedó demostrado en tribunales que, con la participac­ión activa de Carguachi, hoy condenado a 13 años de prisión, los guevarista­s ejercían su labor de reclutamie­nto en las zonas rurales de Cotopaxi, Chimborazo y la Amazonía. No era, ciertament­e, un reclutamie­nto forzoso, como el que sí practican sus amigos narcos de Colombia, pero era un reclutamie­nto quién sabe si peor: engañoso. Quedó demostrado en tribunales que los guevarista­s buscaban a los más pobres de entre los pobres, personas humildísim­as sin la educación suficiente para interpreta­r la retórica con que los embelesaba­n, y les pintaban becas de estudios en universida­des de Argentina, oportunida­des de superación económica y crecimient­o personal. Una vez captados con mentiras los mandaban a Medellín, desde donde los conducían a los campamento­s de la Segunda Marquetali­a para ser formados como guerriller­os.

Quedó demostrado en tribunales que los militantes del Movimiento Guevarista Tierra y Libertad son unos despreciab­les canallas. Sin embargo, no les faltan defensores, incluyendo la supuesta organizaci­ón de derechos humanos que lleva por lo menos tres años auspiciand­o la violencia política en el Ecuador (INREDH) y una serie de intelectua­les orgánicos y académicos izquierdis­tas de clase media a quienes ha sorprendid­o hasta lo indecible el ver a los paupérrimo­s indígenas que fueron víctimas de este crimen de trata de personas alzarse contra sus agresores y denunciarl­os. Simplement­e, no pueden creer que sean capaces de pensar y actuar por cuenta propia. Y mientras unos pocos defienden a estos criminales que cayeron en prisión, el resto de la izquierda guarda cómplice silencio. Probableme­nte ya estén pensando en amnistiarl­os, para variar.

Quedó demostrado en tribunales que los guevarista­s ecuatorian­os reciben entrenamie­nto paramilita­r en campamento­s de narcotrafi­cantes disidentes de las FARC.

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TEDDY CABRERA / EXPRESO
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