LA CARA MÁS RUDA DEL TURISMO
La decisión de prohibir por seis meses la oferta y la demanda de servicios sexuales en una zona turística de Medellín, medida extraordinaria que busca poner freno a la explotación sexual, sobre todo de menores, ha puesto sobre la mesa la compleja realidad de una ciudad que en los últimos años se ha vuelto atractiva para visitantes que van tras sexo y drogas. Esta urbe colombiana, reconocida por su transformación urbana, social y cultural para sacudirse de un pasado violento, vive unos días convulsos tras registrarse estremecedores casos de abuso sexual infantil, entre ellos el del estadounidense Timothy Alan Livingston, quien salió del país luego de ser hallado con dos menores de 12 y 13 años de edad en la habitación de un hotel. Un juez expidió una orden de captura contra Livingston el pasado viernes y el presidente colombiano, Gustavo Petro, anunció a través de su cuenta de X que “el Gobierno pedirá en extradición al Gobierno de los EE.UU. al pedófilo del hotel de Medellín”. Carlos Calle, líder del Observatorio de Turismo de la Personería Distrital de Medellín, dice que esta entidad ha emitido en los últimos dos años un “sinnúmero de alertas”, algunas relacionadas con la explotación sexual de menores, flagelo que no han podido contener las autoridades con medidas “inoperantes” como el toque de queda en corredores comerciales de esparcimiento nocturno de sectores como El Poblado. “En 2015 el turismo era de negocio, hoy el turismo que hay es más de ocio y entretenimiento”, dice.