¡Pesadilla sin fin!
La de 51 años está esclavizada en una silla de ruedas, la de 59 permanece inmóvil en una cama por una caída. ¿Quién las ayuda?
Asus 90 años, Rosa Pontón padece las graves consecuencias de una caída que tuvo en su casa y que la tiene imposibilitada de valerse por sí misma. Depende para todo.
Pero su tragedia no para allí: su incapacidad se suma a la de su hija de 51 años, Mery, quien hace más de 15 quedó postrada en una cama. A ella solo se le escucha balbucear. Hasta a Rosa se le dificulta entenderla.
En el pasado, estas dos mujeres contaban con la ayuda de otra de las hijas de Rosa, Delia (59 años). Pero este es hoy otro drama: Desde muy joven empezó a darle desmayos. Siempre estuvo en tratamiento, pero parece que las pastillas que le medicaban no le hacen mucho, porque una o dos veces a la semana se le presentan estos inconvenientes.
Sus vecinas Emérita Dávila y Zulema Sotomayor dan fe de lo que narra la adulta mayor y, agregan, que por causa de eso es que Delia, en más de una ocasión, ha sufrido accidentes en la cocina, como ese en el que se quemó el cuerpo con el caldo al virársele la olla.
Delia, a pesar de sus trastornos, se esmeraba por cuidar a su mamá y a su hermana menor.
Era la que les lavaba la ropa, cocinaba, daba de comer, atendía en sus medicinas. Estaba para todo lo que necesitaran ambas.
TRAGEDIA
Delia llevaba residiendo al lado de su mamá alrededor de 10 años. Su progenitora le había pedido que se mudara junto a ella para que dejara de pagar arriendo en otra vivienda del cantón Pasaje, a donde llegó toda la familia desde Zaruma en busca, paradójicamente, de una mejor vida.
Allí, en la parte alta del inmueble de propiedad de Rosa, habitaba junto a su esposo, con quien, en sus 25 años de matrimonio, no procreó ningún hijo.
El 10 de mayo del año anterior, alguien llegó a visitar a la familia. Delia se apresuró en bajar las escaleras para abrir la puerta. Pero en el trayecto, un mal paso, o tal vez uno de esos desmayos que solía darle, le hizo perder estabilidad y cayó al suelo. La mujer quedó soñada y con la cabeza rota. Su madre, desde la silla en que se encontraba, gritó pidiendo auxilio.
La herida fue trasladada a un centro asistencial. Luego pasó a otro de Machala. Dos meses lucharon los médicos por salvar su vida. Al final lo lograron, pero no pudieron sacarla del estado vegetativo en que quedó.
Han pasado 9 meses y la mujer, que veía por el bienestar de su madre y el de su hermana, sigue languidecida en una cama instalada en la sala de su casa.