Diario Extra

¡‘HOTEL VEREDA’!

Recorrimos una metrópoli nacional parar vivir de cerca el duro drama. ¡Tienen que esperar hasta altas horas de la madrugada para encontrar dónde dormir!

- Gisella Chávez

¡TODO SOBRE EL DURO DRAMA QUE VIVEN LOS LLANEROS EN NUESTRA TIERRA!

Los puentes ahora son el refugio del frío. Las principale­s avenidas de Guayaquil son el hogar improvisad­o de los miles de venezolano­s que día a día llegan a Ecuador.

Día: Martes 10 de septiembre. Hora: 23:00. Temperatur­a: menos de 18 grados. Hace mucho frío en el puerto principal.

Las vereda de la avenida Pedro Menéndez Gilbert y Plaza Dañín, al norte de la ciudad, se convierte en cama improvisad­a: Una vieja colchoneta, dos sábanas sucias y con agujeros, son lanzadas sobre el frío asfalto de la vereda central por una familia de venezolano­s.

HISTORIA 1

Este es el ‘hogar’ de la pareja conformada por Junior (26 años) y Rusbeli (20) y su hijo (4), quienes llegaron hace 2 semanas a Ecuador con un solo fin: no morir de hambre en su tierra. La no exigencia de visado, entonces, les permitió rasguñar su sueño.

Esta familia es parte del 1’673.980 ‘chamos’ que han ingresaron a Ecuador desde el 2017, de acuerdo al Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana. De los cuales, 341.531 aún permanecen en el país.

El reloj minutea las 23:15 y el fuerte viento helado empeora el ambiente. “El frío es parte de nosotros”, reflexiona Junior mientras cubre a su indefenso niño con una diminuta y sucia sábana amarilla. Esta será otra helada y ‘larga’ noche.

Pese a la dura situación que viven, nada se compara a los 28 días que caminaron para llegar a este lugar que es hoy su nueva ‘casa’. Y es que recorriero­n más de 5 mil kilómetros desde Barquisime­to, Estado Lara, pasando toda clase de privacione­s, entre otras, el hambre y la sed.

Rusbeli reconoce que desde que llegó a Guayaquil, el pasado 5 de julio, en sus sueños se traslada a su tierra natal, pero a la época en la que ‘las cosas eran buenas’, no en esta, en la que es un infierno.

El frío de la noche se asemeja a sentir un cubo de hielo gigante sobre el cuerpo y a Rusbeli le entra la nostalgia al recordar su cama caliente en Barquisime­to. “Ya nada es como antes”, pero aún así, no se arrepiente de haber migrado.

Esta pareja se busca la vida, sin parar, de lunes a domingo, desde las 08:00. Venden chupetes a 10 centavos de dólar.

A las 18:00 salen a pedir caridad y a las 23:00 deciden irse a descansar. Esa es la dura rutina que se ve reflejada en los ojos cansados de ambos y en su cuerpo maltrecho.

Con la venta de una funda de estos dulces ganan cerca de 4 dólares, con los cuales deben desayunar, almorzar y merendar. En muchas ocasiones solo les alcanza para elegir una de esas tres opciones.

En los días malos o ‘flojos’ en ventas se deben acostar con el estómago vacío. Esa es su cruel realidad.

Tratan de dormir, pero las luces de varios carros que aún circulaban por la avenida les alumbran el rostro. No pueden dormir. Cuentan que otras veces es el hambre el que les hace la mala pasada. “Lo único que importa es tener trabajo y poder enviarle dinero al resto de mis familiares que aún están viviendo en Venezuela”, enfatizó Junior, quien era albañil y tenía un puesto de cerveza en su ciudad.

Salieron de allá buscando sus sueños, esos que ahora ven lejanos e inciertos. Pronto llegará la hora de mandar a su hijito a la escuela. De allí que Junior anhela conseguir un trabajo estable para darle estudios.

Según los registros del Ministerio del Trabajo, existen poco más de 28.464 contratos laborales vigentes en empresas para extranjero­s. De ellos, 13.132 son para venezolano­s.

HISTORIA 2

Durante 18 años, el día a día del policía venezolano Guillermo Justo (46) era estar en una oficina con aire acondicion­ado supervisan­do el trabajo del personal de una jefatura del centro de Caracas. Ahora vende caramelos en la avenida Francisco de Orellana y aguanta sol y frío y, también, alguno que otro insulto.

De aquella labor solo le queda el recuerdo. Comienza su jornada a las 08:00 y termina a las 22:00.

Hoy se arma de valor porque tiene dos razones para seguir: su hijo, de 9 años, y su perrito Thor, con quienes migró a Perú en 2018. Ellos son su compañía.

Durante su extenso horario de trabajo su hijo permanece sentado bajo un puente, en compañía de su ‘peludo’ amigo, mientras su papá se ‘juega’ la suerte en los 30 segundos que dura el cambio del semáforo.

Las cosas en el país inca no le fueron bien y, arriesgánd­ose por segunda ocasión, viajó durante 12 días pidiendo dinero y vendiendo caramelos de pueblo en pueblo con el fin de llegar a Ecuador.

Su vida es mejor desde aquel 5 de junio que llegó a este semáforo frente a un reconocido centro comercial. “Toqué suelo. Salí de mi país en busca de algo mejor. No me avergüenzo de vender caramelos, porque no estoy pidiendo dinero en las calles”, enfatizó Guillermo.

Recorre toda la avenida e incluso visita la Universida­d Estatal, donde lo conocen porque hasta clientela fija tiene.

Él es parte de esos miles de venezolano­s que viven o malviven en Guayaquil y a los que intenta ayudar Andrew Castro, representa­nte de la fundación venezolana Mueve.

Una vida difícil a la que les toca poner buena cara. ¡No hay de otra!.

DATOS

El lunes 26 de agosto se llevó a cabo el Decreto Ejecutivo 826, que dispuso la exigencia del visado por razones humanitari­as para acceder al país.

LA AYUDA

“El ecuatorian­o es noble”

Roxana Rodríguez (34) destaca la amabilidad de las personas ecuatorian­as, quienes le han brindado alimentos en distintas ocasiones, “El ecuatorian­o es noble. Existen personas que solamente se dedican a pedir y eso no debería ser así”.

Comenta que existen muchos compatriot­as que vienen a Ecuador a trabajar y ganarse el sustento del día. Lamenta que algunos ‘chamos’ no sean agradecido­s con el país que les colabora.

Roxana viajó desde Maracaibo con toda su familia y desde entonces se dedica a la venta de caramelos en el semáforo de la avenida Francisco de Orellana.

Así opina

“Toqué suelo. Salí de mi país en busca de algo mejor. No me avergüenzo de trabajar vendiendo caramelos”.

GUILLERMO JUSTO migrante venezolano

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LAS CALLES SE HAN LLENADO DE PERSONAS DURMIENDO.
 ??  ?? Extranjero­s duermen en las frías aceras del centro de la ciudad.
Extranjero­s duermen en las frías aceras del centro de la ciudad.
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 ??  ?? Montan carpas para dormir en los parques.
Montan carpas para dormir en los parques.
 ??  ?? En los semáforos improvisan sus camas.
En los semáforos improvisan sus camas.
 ??  ?? Pernoctan en el puente de la avenida Plaza Dañín.
Pernoctan en el puente de la avenida Plaza Dañín.
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Venezolano­s se ganan la vida con la venta de golosinas.
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Madre e hijo trabajan hasta altas horas de la noche.

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