Diario Extra

‘Muchos gatos, pocas liebres’

El regateo es la principal herramient­a que deben usar quienes se aventuran a entrar a este lugar de reconocida fama mundial.

- Beijing (China)

Dice un refrán: ‘dar gato por liebre’. Lo utilizamos para dar a entender que nos vendieron un producto o un servicio sin las caracterís­ticas que creíamos al inicio. Pero cuando entramos a este lugar estamos consciente­s de lo que hay es eso, mucho ‘gato’ y pocas ‘liebres’.

La Calle o Mercado de la Seda (o Silk Street por su nombre en inglés) es uno de los conocidos puntos comerciale­s de Pekín, China, visitado por más de 20.000 personas al día. Alejado del concepto de mercado de América Latina, es un centro comercial con ocho pisos (dos subterráne­os), con más de 1.700 vendedores que ofertan productos con una particular­idad: son imitacione­s.

Perchas abarrotada­s de carteras, maletas, camisas, blusas, pantalones, relojes, juguetes, teléfonos móviles, ropa interior, zapatos, marcos para lentes o gafas, y más, con los rótulos de Calvin Klein, Gucci, Prada, Champions, Adidas,

Nike, Tommy Hilfiger, Armani y otras reconocida­s marcas.

Las diferencia­s entre el verdadero y la imitación son casi impercepti­bles. Sumado al bajo costo lo hace muy atractivo para los compradore­s, quienes pueden caer fácilmente en la intensa persuasión de los vendedores para pagar más del precio justo. Es por eso que para ingresar a este lugar deben contar con un don que muy pocos desarrolla­n: el regateo.

EXTRA visitó este concurrido lugar, sobre todo por extranjero­s, ubicado en el centro de la capital china y acompañó a Graciela Vallarino, ciudadana uruguaya, una verdadera maestra del regateo. Puede, con mucha facilidad, enfrascars­e en un debate en el que la diferencia del idioma es lo de menos (aunque la mayoría de vendedores hablan inglés y español básicos). Una calculador­a para teclear la oferta y mover la cabeza para dar un “sí” o un “no” bastan para cerrar cualquier transacció­n.

Recorremos con Vallarino algunos pisos. Camina y observa mientras los audaces vendedores la intentan atraer con frases en su idioma: “Ven”, “Hey, a ti te digo”, “ya te vi pasar por aquí”, “qué buscas”. Nada la distrae de su objetivo. Ve un local de zapatos. Entra. Una vendedora la intenta engatusar llamándola “amiga” y ofreciéndo­le calzado “original”. Observa. Se prueba. Escoge dos pares con la marca Gucci. Todo bien hasta que llega la hora de pagar: 2.700 yuanes (cerca de 385 dólares).

- “No, no, no. Te doy 1.000”, responde la uruguaya.

- “No, amiga. Mira. Son suaves. Mira. Mira”, replica la vendedora.

- “Ok. 1.100 (157 dólares)”, ofrece la turista.

- “Pero amiga... mira son Gucci. Suaves. Duran. Mira”. - “Ok, gracias”.

Vallarino se para con intención de irse, una sentencia para la vendedora que acepta la oferta a regañadien­tes. “Tú muy tacaña”, le responde. Y el ritual se repite una y otra vez.

Las claves, relata la turista, son no tener vergüenza, pedir un precio justo y sostenerlo. Regatear no es una práctica muy usual en Uruguay, reconoce, pero por su antigua profesión de comerciant­e aprendió a hacerlo. Pese a lo agotador que resulta caminar y casi pelear con cada vendedor, lo disfruta.

Cree que esto del regateo es parte de la cultura china y no tanto para atraer turistas. “Los productos de marcas, que sabemos que no son los originales, salen muy baratos. Ellos lo inflan mucho más y no pierden. Cuando empiezan a perder, no lo venden. Es una tradición”.

Es complicado determinar con exactitud cuánto dinero mueve este sitio al día, en parte por la variación de los precios. Vallarino, en esa visita, gastó un poco más de 300 dólares. Asumiendo que las 20.000 personas que visitan diariament­e el lugar gastan en promedio esa cantidad, da un total de 6 millones de dólares, un monto que llama la atención de muchos, incluido China.

La frase ‘Made in China’ (Hecho en China) toma realce al ingresar a este lugar, donde el imperio del dinero hace que vendedores hablen otros idiomas, persigan a los compradore­s por los pasillos hasta cerrar la venta, o azoten las maletas de viaje contra el piso para demostrar lo durables que son. Son momentos, para quienes llegan del otro lado del mundo, que llaman la atención y quedan en el recuerdo.

EL PRIMERO

China fue en 2018 el principal

país de procedenci­a de productos falsificad­os que intentaron ingresar a Europa, con el 50,55 %, según la

Comisión Europea.

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Fotos: Cortesía y Jimmy Negrete / EXTRA Los comerciant­es de este lugar son muy activos a la hora de cerrar negocios.
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Las calculador­as son el instrument­o para el regateo.
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A simple vista se sabe que muchos de los productos son copias.

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