¡FUEGO Y FUGA!
ADICTO CUENTA CÓMO PLANIFICÓ INCENDIO EN CLÍNICA
El joven dice que tuvo suerte de no morir quemado en el centro de rehabilitación. El director del lugar evitó la desgracia.
Dos especialistas coinciden en que los internos no buscan suicidarse, sino escapar del encierro porque son víctimas de maltratos.
En este año, 28 personas han fallecido en dos siniestros.
Un viejo ventilador, dos palillos de fósforos y la espuma de un colchón fueron suficientes para que David y Carlos incendiaran la habitación de la clínica de rehabilitación en la que fueron encerrados para ‘curarse’ de su adicción a las drogas.
Enseguida las llamas consumieron las sábanas, colchonetas y algunas prendas de vestir de los otros internos.
Esta temeraria acción tuvo un solo propósito: escapar. Pero no lo lograron por la inmediata reacción del director del centro y de un consejero, quienes con un extintor evitaron que el fuego se propague y los chicos se fugaran.
Han transcurrido dos meses desde el siniestro y David reflexiona que lo que hizo pudo salirse de sus manos y provocar una tragedia. “En el fondo tuvimos suerte, por poco morimos quemados”, dice el joven mientras agarra la mano izquierda de su padre, quien atento escucha su relato.
Pero la ‘fortuna’ de David y Carlos no la tuvieron los 10 internos que el pasado 12 de octubre fallecieron asfixiados y quemados en un centro clandestino ubicado en el Guasmo sur de Guayaquil. Nueve meses (11 de enero) antes un hecho similar se suscitó en una clínica de recuperación del suburbio porteño: 18 vidas se apagaron. Internos incendiaron un colchón para huir.
Pero ¿qué lleva a un adicto a maquinar un incendio y a poner su vida y la de sus compañeros en riesgo? David, consumidor desde los 14 años y actualmente en recuperación, y dos especialistas respondieron esta interrogante.
El joven, de 21 años, planificó el incendio no solo porque estaba cansado del encierro, también de los maltratos a los que era sometido, asegura. “Estaba harto, no ingresé por mi voluntad, sino porque me capturaron, me sentía secuestrado. Aunque no me maltrataban físicamente, sí lo hacían de forma psicológica. Me insultaban, me hacían psicodramas en cuanto a mi familia”, revela.
Según el joven, quien ha estado dos veces internado en centros de rehabilitación, a él le repetían estas frases que lo desmotivaban como: “Nunca vas a hacer algo por ti”, “Eres un drogadicto y así te vas a quedar”.
Finalmente, David y 15 compañeros más cumplieron su objetivo: escapar. El pasado 9 de octubre, “cansados de maltratos”, planificaron la fuga. Al día siguiente encerraron al director de la clínica en una habitación y armados con cuatro cuchillos que tomaron de la cocina y dos palos de escobas amedrentaron a uno de los coordinadores y se escaparon del centro para adictos, en el suroeste porteño.
David se siente libre del encierro, pero sigue atrapado en el mundo de las drogas. “Es un proceso largo, trato de mantener la mente ocupada en mis estudios. Reconozco que esto es una enfermedad.
A veces no es necesaria una clínica, sino el apoyo de la familia y los valores del hogar”.
MALTRATO EN VEZ DE MEDICAMENTOS
Julieta Sagñay, psiquiatra del Instituto de Neurociencias y experta en adicciones, explica que los internos no incendian los centros pensando en un suicidio, sino porque quieren escapar del encierro.
Aclara que las clínicas no son hospitales y no están equipadas para atender patologías duales, es decir que el drogadicto, a más de su adicción, puede presentar un trastorno en su personalidad, como psicosis o paranoia.
“Él no va a cumplir reglas, no va a adecuarse, por lo que agredirá y será agredido”, sostiene la especialista.
Sagñay agrega que otro de los
CLAUSURA
El viernes, en el noroeste de Guayaquil, una clínica clandestina donde habían 34 adultos y seis menores de edad fue clausurada por la Agencia de Aseguramiento de la Calidad de los Servicios de Salud y Medicina Prepagada (Acess).