¡Distraerse, peligrovial!
El celular es el primer objeto distractor en la lista, según la información de las autoridades es un comportamiento que acarrea muerte a diestra y siniestra.
Mayo de 2019. Lugar: avenida América, norte de Quito. Hora: 16:00. Lorena, de unos 37 años, conduce un automóvil negro rumbo a la guardería de sus hijos. Va hablando por celular. Cuando llega a una intersección, en la calle Cuero y Caicedo, no se fija que el semáforo ha cambiado de verde a amarillo y continúa la marcha... del otro lado, Juan, con 33 años, camina, sobre el paso cebra, mirando atentamente la pantalla de su teléfono móvil. Va tan concentrado que ni siquiera se percata que un vehículo se acerca a él. Entonces ocurre: ¡boom! Golpe seco. El transeúnte ‘vuela’ 50 metros. Y muere por una hemorragia interna.
El abuso del celular-o adicción a este aparato de diez centímetros de alto y cinco de ancho- ha manchado las calles de sangre. Y de eso dan cuenta las estadísticas de la Agencia Nacional de Tránsito (ANT). De enero a septiembre de este año, en el país, se han registrado 586 fallecidos (in situ). La causa: conducir desatento a las condiciones de tránsito. Y el primer objeto distractor que aparece en la lista es el teléfono móvil. Luego, la pantalla de vídeo, la comida, el maquillaje... [Es la cifra más alta, la segunda es por superar los límites de velocidad].
Inobservancia, imprudencia e impericia. Con estas tres palabras empieza su explicación sobre los accidentes de tránsito el abogado y experto en la materia, Christian Rubio. Ha llevado varios casos y conoce que la quinta causa de muerte en Ecuador es por estos siniestros. Porque la gente conduce en estado de embriaguez, porque no utiliza el cinturón de seguridad... y por otras razones. Pero destaca el (mal) uso del celular. “Solo se necesitan tres segundos para que se dé un accidente”, espeta.
Según el Código Orgánico Integral Penal (COIP), en su artículo 391, el conductor que utilice el celular mientras va al volante será sancionado con una multa equivalente al 10 % del salario básico unificado (39,5 dólares). La más leve. Pero si ese mismo conductor ocasionara el fallecimiento de una persona, la cosa cambiaría. Lo acusarían por el delito de muerte culposa, artículo 377, con una pena de 1 a 3 años.
En el caso de Lorena, la conductora, y Juan, el transeúnte, los dos iban con el celular. En el proceso se quiso demostrar una responsabilidad compartida, pero -y por versión de una mujer que vendía caramelos en la esquina (a unos pasos del lugar del siniestro)- se demostró que él iba por el paso cebra. Punto a favor. Eso sí, atrapado en esa pantalla brillante, quizá en WhatsApp, quizá en Facebook. Fue su última vista.
Las muertes en accidentes de tránsito por distracciones, sobre todo por el (mal) uso del celular, han sido como un ‘sube y baja’ en los últimos tres años. Según la ANT, entre enero y septiembre de 2017 se registraron, en el país, 305 fallecidos. Al año siguiente, en el mismo período, se incrementaron en un 119 %, con 668. El año cúspide. Mientras que en 2019, comparado con 2018, ha habido una ligera reducción del 12 %. También hay aquellos que escapan de la muerte y resultan lesionados (por la misma causa). 2.795 en nueve meses.
Mayo de 2018. Lugar: avenida Amazonas, norte de Quito. Hora: 11:59. Leonardo, de unos 45 años, conduce una buseta escolar sin niños. En la intersección con la calle Pereira se detiene y espera que el semáforo cambie de rojo a verde. Mientras, revisa su celular. Segundos después, y sin percatarse que sea la luz indicada, arranca con los ojos puestos en la pantalla del teléfono móvil... del otro lado, Roberto, de unos 65 años, cruza la calle y, de repente, siente el impacto. No muere. Y es llevado a una clínica en Cotocollao, donde diagnostican que ha sufrido una fractura en su pierna.
Aunque el conductor negó que había usado su celular cuando había detenido la marcha, en la investigación, las cámaras del ECU 911 lo constataron (hay foto). Esa es la prueba. Pero en este caso ambos llegaron a una conciliación. El abogado Rubio explica que el proceso -en casos como este- puede tardar incluso un año: toma de versiones, reconocimiento y re
construcción del lugar, audiencias... Pero se acorta cuando hay una conciliación.
Para Gabriela todavía es difícil olvidar lo que ocurrió el 9 de julio de 2008. Ella, con un dolor de cabeza intenso, intentaba cruzar la avenida América para comprar una pastilla. Tenía un examen de cine. A las 07:50, el semáforo se puso en rojo. El tráfico, espeso en la capital. Los autos, estacionados uno detrás de otro. Entonces, sonó su celular. Era una amiga. Mientras caminaba, conversaba. Primer paso. Segundo paso. Corte de luz. No se acuerda más. El aparato salió volando. ¿Qué había pasado?
Una moto la había atropellado. Fue llevada a una clínica por una fractura en la nariz y varios cortes en la cara. Se re
cuperó. Once años más tarde dice: “Ya no cruzo la calle hablando por celular. Soy mucho más cuidadosa y atenta. Me quedé un poco traumada... si escucho muchos ruidos de autos o tráfico me estreso, me da nervios”. Su testimonio es una prueba de que no solo los conductores deben ser cautelosos. También los peatones.
Son casos reales. Accidentados al volante (y sin él) por estar distraídos con el celular. Y la verdad es que ninguna de estas desgracias fue por culpa de un aparato. La responsabilidad es algo más humana... el teléfono se ha convertido en una extensión de nuestro cuerpo.
PD. Los nombres fueron cambiados para proteger la identidad de los verdaderos protagonistas.