Diario Extra

¡Paralizado y sin cariño!

Pascual tiene dos años con parálisis en su cuerpo. Quiere mejorar y que sus hijos lo visiten.

- Redacción Guayaquil

El sentimient­o de impotencia y abandono se apoderó de Pascual Gerónimo Silva Sánchez cuando recordó la soledad en la que vive. Además de la casa vacía en la que solo tiene unos cuantos enseres vetustos, siente la falta de cariño.

Pascual tiene 71 años y subsiste, prácticame­nte, de la caridad de sus vecinos del bloque 1 de la cooperativ­a Flor de Bastión, en el noroeste de Guayaquil.

Algún morador que conoce de su situación, cuando puede, le pasa un platito de comida para que él pueda engañar al estómago.

Si bien los residentes le comparten un bocado, lo que ellos no logran llenar en el adulto mayor es la ausencia de sus hijos, Isabel y Saúl, a quienes no ve desde hace más de un año. Los vástagos ya son adultos, pero no lo visitan ni lo llaman ahora que está enfermo y viviendo “a la buena de Dios”, asegura.

“Me sacrifiqué bastante por ellos, para darle sus estudios y ahora ni vienen”, dice Pascual, mientras se seca las lágrimas.

Le duele saberse enfermo, sin edad para laborar y con una afectación de su cuerpo que no le permite caminar bien.

Hace dos años le dio un derrame que le dejó paralizada la parte derecha de su cuerpo. Fue en septiembre, no tiene clara la fecha, pero recuerda que estaba afuera de su casa conversand­o con unos vecinos cuando empezó a sentir un mareo.

Sus amigos lo llevaron a una de las clínicas móviles que estaba cerca de su hogar. Recuerda que le dieron asistencia médica primaria y pudo regresar a su casa. Después le llegó un cosquilleo al cuerpo que lo paralizó. En esa ocasión sus vecinos lo llevaron a un centro de salud donde lo tuvieron internado durante dos días.

Ese fue el pretexto que tuvo Pascual para saber de sus hijos, quienes lo llevaron a su hogar ubicado cerca del puente de la A. Allí lo tuvieron por un tiempo, pero sintió una apatía de su parte. “Era como un extraño, sin preguntarm­e qué quiere papá, qué le duele”.

VIVE EN ZOZOBRA

El adulto mayor teme ser echado de la vivienda que, asegura, construyó de a poco, a lo largo de varios años de trabajo.

Él cree que como el inmueble está a nombre de su hija, podrían pedirle que desaloje, como ya pasó cuando enfermó.

“Cuando yo caí enfermo ellos querían esta casa. Ellos me propusiero­n venderla y construir un piso arriba de la casa de la mamá. Entonces yo ¿me quedaba a dónde, en la calle?”, se pregunta.

Ese miedo invade la mente y corazón de Pascual y lo altera más, por eso cree que no termina de curarse pese a las terapias que ha recibido. No obstante, al menos desea recibir una llamada de sus hijos.

SIN NADA

Si algo pudiera cambiar de su pasado sería ahorrar para su vejez, pues no posee nada.

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terapia. El hombre entristece al recordar la ausencia de sus
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Pascual se soba el brazo derecho a manera de terapia. El hombre entristece al recordar la ausencia de sus hijos.
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Fotos: Amelia Andrade / EXTRA

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