El reencuentro de dos viejos amigos
Han pasado 43 años desde que la empresa británica Anglo Ecuadorian Oilfields se retiró de Ancón. Las huellas de riqueza y prosperidad quedan en algunas de las edificaciones que se mantienen intactas en esta localidad, y también en la memoria de algunas personas que trabajaron para esa compañía.
Samaritana Espinoza Naranjo, de 83 años y quien nació y creció a pocos metros de los pozos de perforación, recuerda que una vez que culminó el bachillerato, a sus 19 años, ingresó a trabajar al departamento de abastecimiento de los ingleses.
Para ella fue “un experiencia única”, el control riguroso en sanidad de los extranjeros ayudó a que los que vivieran y trabajaran en Ancón estuvieran limpios, hasta en sus casas revisaban si existía alguna anomalía en la higiene. “Para ingresar y salir de Ancón existían dos garitas, allí revisaban todo lo que podían”.
En aquella época, en el área de bodega, se selló una amistad que dura hasta la actualidad. Es el caso de José Gabriel Rodríguez, de 89 años, y Bartolo Miraba, de 99, quienes no habían tenido la oportunidad de verse desde hace más de 10 años.
A pesar de que Miraba, por su avanzada edad recuerda poco de la historia de Anglo, al ver a su mejor amigo (el Negro Rodríguez, como le decían) su rostro reflejó nostalgia y alegría. “Negro, eres tú. A los años, viejo amigo. ¿Me viniste a visitar?”, preguntaba Miraba mientras se estrechaban en un abrazo interminable.
En esta conversación, los recuerdos de Rodríguez y Miraba se apoderaron del presente. Rodríguez ingresó a trabajar en el año de 1945 con un sueldo de 108 sucres, el mismo que le alcanzaba para todo el mes; cobraban todos los viernes y disfrutaban los domingos con sus familias, viajando en el tren desde Ancón hasta las playas de La Libertad.
Con dolor y voz quebrada, Rodríguez recordó a sus viejos amigos, muchos de ellos ya no están en este mundo. “Fue una tristeza cuando Anglo se fue. Teníamos agua, luz, gas gratis, todo el mundo caminaba bien vestido, bien limpio”, relata.
Miraba trabajó en temas petroleros en la refinería de La Libertad hasta 1990. Entre sus pocos recuerdos, dice que Anglo “ayudó a muchas personas de la Península y del país a crecer”.
Entre bromas, Miraba molestaba al Negro Rodríguez, aseveraba que cuando se casó, José se convirtió en un hombre obediente que hasta se puso el apellido de su esposa. “¿A quién busca? Al señor Rodríguez. Aquí no hay ningún Rodríguez, hay Pizarro, se cambió de apellido”, cuenta Miraba que le decían a quienes llegaban a buscar a su viejo
amigo.