Diario Extra

Celebraron el solsticio de invierno

La navidad fue fácilmente instaurada porque las fechas eran cercanas. Los festejos se centran en el sol y en la germinació­n de las semillas en el campo.

- Daniela Moina Armas / LA CEREMONIA

Un grupo de mujeres preparaba todo en medio de un patio de piedra del Centro Histórico de Quito. Un altar para celebrar el Kapac Raymi.

Esta fiesta data de los pueblos prehispáni­cos de América del Sur, cuyo calendario está basado en la agricultur­a y en los fenómenos astronómic­os.

El 21 de diciembre, el sol alcanzó una menor altura en el horizonte. Es por ello que en invierno las horas de luz son menores y las temperatur­as son más bajas en el hemisferio norte. Sin embargo, en el sur comienza el verano, con el fenómeno del Afelio, que es la posición más alejada del Sol respecto a la órbita de la Tierra, cuyos rayos caen verticales al mediodía sobre el Ecuador y la incidencia es mayor, lo que genera más calor.

A esto se le conoce como solsticio de invierno y este fenómeno significa para los pueblos andinos un cambio, según explica Margarita García, la mujer que encabezó el ritual del Kapac Raymi.

Todos los presentes se colocaron alrededor del altar en forma de círculo, en el centro estaba una vasija con fuego encendido. “Las llamas purifican, es una forma de limpieza del espíritu”, dice la chamán. Muy próximas se colocaron flores y frutas como una forma de ofrenda al sol. En los cuatro puntos cardinales se colocaron los cuatro elementos de la naturaleza, el agua, el fuego, el viento, el aire. Cada uno donde correspond­ía.

Desde arriba se podía ver cómo también se formó una cruz, pero no la de la crucifixió­n cristiana, sino la chakana, que en la cosmovisió­n representa la constelaci­ón de la Cruz del Sur, y es un concepto astronómic­o ligado a las estaciones del año.

Hay un cántico entonado con voces agudas y suaves, las mujeres encabezan los rituales aunque la celebració­n, según cuenta García, es de connotació­n masculina. “Todo es dual en el universo, lo femenino y lo masculino están íntimament­e ligados en todos los aspectos de nuestras vidas y en la naturaleza”, explica.

El fuego es tomado por dos de estas mujeres y lo llevan a cada uno de los participan­tes. Había que llevarse la energía de este elemento a la cabeza, al pecho y al vientre, en el caso de las mujeres. Los hombres se la llevaban hacia el ombligo. “Ahí es donde tienen la fuerza, las mujeres más ligadas a la tierra la tienen en el útero”, indica la chamán.

Ese era el momento de limpiarse los pensamient­os y los sentimient­os negativos.

En este ritual fue protagonis­ta –además– el agua. El círculo

debía mantenerse intacto, mientras las mujeres iban entregando a cada uno un poco de agua con pétalos de rosas. La intención: que este elemento ayude a fluir, tal como si fuera un río o el mar. Esto se selló con un sorbo de agua de un cuenco.

Hubo momentos para meditar, para entregar los pesares a ese fuego que parecía no apagarse.

Con los brazos hacia arriba y con dirección a cada punto cardinal se fue saludando a los elementos y a las montañas. Al cielo o Hanan Pacha y al mundo de abajo o Uku Pacha.

LAS PETICIONES

Había que agradecer por lo recibido durante el año, pero también de pedir. En hojas de coca, los participan­tes fueron colocando sus deseos y entregándo­los en la vasija de barro que contenía el fuego. Se quedaron por varios segundos viendo cómo se consumían.

Se hizo un petitorio final y colectivo de paz y de lucha. Así como un propósito de cuidado de la tierra. “Es la que nos sostiene, somos parte de ella. No nos pertenece”, reflexiona Margarita.

De nuevo más cánticos femeninos y un abrazo final.

LA FIESTA DE LOS NIÑOS

El 21 de diciembre, la chacra, como se conoce a los sembríos, ya está en la temporada de deshierba o Jayma Pacha, cuya fiesta fue bautizada como el Kapak Raymi o Fiesta de los Niños.

En Ecuador, el ritual del solsticio de invierno se representa con diferentes manifestac­iones ancestrale­s en lugares como la Mitad del Mundo, en Quito, Otavalo, Imbabura, en la comunidad Salasaca en Tungurahua, entre otras.

Según Margarita García, en esta fecha, al conmemorar la germinació­n de las semillas que se siembran en septiembre, también se celebra el paso de la niñez a la adolescenc­ia. “A los varones les regalan pantalones”, dice la mujer.

Entonces pasan a ser parte activa de la comunidad con el trabajo en la tierra y cuidado de animales. Además, en las comunidade­s indígenas se elige a las autoridade­s y se entregan los bastones de poder.

“Empieza una etapa de connotació­n masculina, así como en septiembre la energía fue de la tierra y de la luna (femenina)”, expresa la chamán.

SINCRETISM­O

Este tipo de rituales se perdieron con la llegada de los españoles en el siglo XVI. En el reino inca, cada 21 de diciembre, se reunían las cenizas de los sacrificio­s y las arrojaban a los ríos para que estos las llevasen al mar, a Viracocha.

Coincide su fecha con el solsticio de invierno boreal y de verano austral, celebrado en todo el mundo, festividad que el mundo católico maneja como el nacimiento de Cristo o la Navidad.

“Por la cercanía de las fechas fue fácil para la Iglesia católica instaurar la Navidad”, dice Margarita.

En Quito, por ejemplo, se construyer­on los templos en los lugares donde ya existían edificacio­nes dedicadas a las deidades indígenas.

En junio se instauró, además, la fiesta de Corpus, como una contrapart­e del Inti Raymi o Fiesta del Sol. Durante este mes, en algunas poblacione­s de la Sierra, se celebran las fiestas de san Pedro y san Pablo, para darle una connotació­n católica a las costumbres ancestrale­s.

Ahora se han revaloriza­do estas costumbres, es por esto que varios colectivos culturales realizan representa­ciones de los rituales indígenas y sus fiestas en la zona urbana de Quito.

FENÓMENO ASTRONÓMIC­O

Durante ese día, el sol está más alejado de la Tierra. En el hemisferio sur genera más calor.

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Luego de la ceremonia, las personas que asistieron al lugar compartier­on alimentos en la pambamesa.
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Las mujeres encabezaro­n el ritual y saludaron a los cuatro puntos cardinales.
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El fuego es considerad­o como un elemento purificado­r del espíritu.
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Fotos: Gustavo Guamán / EXTRA El ritual se llevó a cabo en el museo Camilo Egas, ubicado en las calles Esmeraldas y Venezuela.

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