¡Veneran al Santo de la Justicia Divina!
Por más de 60 años, la imagen ha permanecido en la capilla Medalla Milagrosa. Sus devotos no declinan su fe por los favores concedidos.
La imagen es custodiada por la comunidad religiosa Hijas de la Caridad. Está pegada a la iglesia más antigua de Ambato, provincia de Tungurahua: la Medalla Milagrosa, ubicada en las calles Vicente Rocafuerte y Joaquín Lalama.
Observar su efigie llena de nostalgia a Margarita Arroyo, de 66 años, devota de San Gonzalo. “Pobre, fue crucificado por defender la fe que profesaba”, dice la mujer a la vez que coloca una vela blanca en el sitio destinado para que los devotos eleven sus plegarias al Santo de la Justicia, como es conocido San Gonzalo.
La imagen tiene clavada una daga en la espalda. De la boca, nariz y ojos emana sangre, simulando el dolor que padeció cuando fue capturado en 1596 por el emperador de ese entonces de Japón, Tricoloma, para ser crucificado junto a otros f r a nci s c a - nos por profesar la palabra de
Dios.
San Gonzalo es considerado dentro de la iglesia católica como el Santo de la Justicia y que siempre combate lo malo.
Sin embargo en Ambato, los hechiceros le han atribuido enfermedades, dolencias o cualquier desgracia y se han aprovechado de la fe de las personas para enriquecerse, aseguran algunos creyentes.
Rodrigo Beltrán, quien tiene tres años como párroco de la iglesia Medalla Milagrosa, pide que no se dejen engañar porque San Gonzalo es para el bien de todos.
“Hay algunos que se aprovechan de la fe de las personas. Es muy venerado y es considerado el Santo de la Justicia Divina”, indica el párroco.
Sor Blanca Proaño pertenece a la Compañía de las Hijas de la Caridad y es una de las que ha luchado para evitar que mal utilicen esta imagen. También recomienda no creer en quienes le dan un mal uso a San Gonzalo.
DE LA MISA AL CLAMOR
Los devotos de San Gonzalo acuden a las misas que se realizan a diario desde las 07:00 en la Medalla Milagrosa, templo cuya historia en torno a su construcción denota fe, esfuerzo, constancia e ingenio.
Sor Blanca comenta que no fue fácil levantar la iglesia por la falta de dinero e interrupciones del trabajo en algunos intervalos de tiempo.
Cuando llegaron las Hijas de la Caridad a Ambato el 8 de marzo de 1885, los actos religiosos se desarrollaban en la iglesia del Convento de San
Francisco que los padres de la Comunidad Franciscana habían donado al hospital de la ciudad, pero era tan antigua la infraestructura que en 1902 se fue al suelo quedando únicamente la fachada de sus paredes cuarteadas.
Las Hijas de la Caridad encargadas de la administración de dicha casa de salud tuvieron que arreglar un salón en el mismo hospital, colocaron el nuevo altar, hicieron bendecir y quedó como capilla provisional.
Con el pasar del tiempo este lugar resultó limitado, lo que motivó a la construcción del nuevo templo.
El padre vicario Teófilo Rubianes hizo trazar los primeros planos, adoptando un estilo románico; luego el padre Luis Hermet Lazarista también propuso otro plano.
En esa época, sor Juana Rayón, entusiasta superiora, se interesó en iniciar la obra, pero surgieron problemas por no tener la dirección de un arquitecto.
En 1905 estuvo sor María Luisa Bergón como sucesora de sor Juana Rayón, se impresionó por lo pequeña de la capilla provisional para los actos religiosos que estaban jun
to a las ruinas del antiguo templo, lo que la motivó a levantar una nueva iglesia, teniendo como inconveniente la falta de dinero, porque el costo era de 40 mil sucres.
Este proyecto quedó truncado cuando, por obediencia, la religiosa debió acatar el cambio que le dieron para Cuenca.
En poco tiempo regresó sor María Luisa Bergón con la decisión de construir la capilla de la Medalla Milagrosa, poniendo su confianza en María Inmaculada, a quien debía dedicarse oficialmente el nuevo templo.
Pese a todo obstáculo se complementaron los planos con la ayuda del padre Lazarista Pedro Brüning, notable arquitecto, quien concibió el proyecto y logró convencer al gobernador que la nueva iglesia llegaría a ser una joya arquitectónica y, además, ornamento público.
Se reanudaron los trabajos. Los recursos se reunieron pidiendo limosna en las calles y, especialmente, a los comerciantes de los mercados. Cada lunes una hermana por turno recolectaba el dinero.
Como el terreno donde se construyó la capilla pertenecía a los franciscanos optaron por traer la imagen de San Gonzalo al templo.