Diario Extra

“Es un honor vestir la Tri, aunque sea criticado”

Es la primera vez que habla con EXTRA. Regresa de una complicada lesión quee lo alejó de las canchas durante seis meses. Auspicia al equipo UDJ Quinindé. Se hace ‘agüita’a’ por un encocado.

- Jerson Ruiz /

Carlos Gruezo lleva cinco años consecutiv­os jugando en el exterior. Desde 2019 es parte del FC Augsburgo de Alemania. El volante es muy esquivo para las entrevista­s, aunque dice que mejor habla en la cancha.

Gruezo, de 24 años, estuvo aproximada­mente seis meses fuera de las canchas, debido a una complicada lesión en su pierna izquierda, pero en enero ha regresado a su ‘romance’ con el balón.

De Carlos ahora se habla más en su natal Quinindé, Esmeraldas, donde en ‘voz baja’ apoya al equipo UDJ Quinindé y a una fundación.

La Tricolor siempre está en el radar del mediocampi­sta, pese a las críticas que ha tenido que enfrentar.

¿Cuánto lo golpeó la lesión?

Fueron seis meses durísimos, pero ya regresé para concentrar­me y ahora hay que retomar el nivel y aprovechar. Era mi primera lesión, fue tan larga y me desanimé mucho. Pero son momentos que pasan y tocó asimilarlo. Estoy de nuevo en cancha.

¿Ha tenido contacto con el nuevo cuerpo técnico de la Tricolor?

No ha existido ningún contacto con la gente de la selección, me imaginó que será un equipo renovado, un nuevo proyecto. Como buen ecuatorian­o deseo lo mejor para nuestro país y que se cumpla el gran sueño de Catar 2022, esa es la meta.

¿Espera que aparezca su nombre en las convocator­ias?

Dios permita que sí, uno trabaja para eso. Siempre es un honor y un privilegio vestir la camiseta de Ecuador, aunque sea muy criticado y si Dios me pone en un lugar es porque así es su decisión. Seguiré trabajando para estar listo como siempre, con la misma humildad y seriedad para cuando me llamen.

¿Las críticas le resbalan o lo hacen reflexiona­r?

La verdad, no hay mucho que pensar. La gente critica y habla a veces sin motivos. Es fácil estar sentado frente al televisor, decir cosas y señalar. Hay gente que sabe de fútbol y valora lo que uno hace.

El estar acá es el reflejo del trabajo. Fui uno de los más criticados en la pasada Copa América y gracias a Dios estoy en Alemania.

No presto atención a lo que se dice, pero me preocupa que le afecte a mi familia por lo que lee en las redes sociales. Siempre les digo que capaz fue gente que nunca pudo cumplir el sueño de estar en una cancha. O quizás están estresados y ponen esos comentario­s cuando las cosas salen mal.

Lo suyo es raro, fue el más criticado, pero fue transferid­o al fútbol alemán.

Mucha gente me dice lo mismo. Esta vez me dijeron de todo, pero me llamaron a Alemania. Otros dicen que es cuestión de mi representa­nte, José Luis Chiriboga, y que por él estaba en la selección. Siempre hablamos, él puede ser un buen agente, pero el que juega soy yo. Los alemanes para contratart­e te estudian al máximo.

¿Y a qué le atribuye que está en el fútbol del primer mundo?

Algo sencillo, es la voluntad de Dios, si él lo escogió por algo será.

Extraño la comida de mi madre Ruth Arboleda, en especial el encocado, eso es una ricura, fuera de serie. Extraño compartir con la familia y los amigos”.

¿Cómo se convirtió en auspiciant­e de un equipo de segunda categoría, el UDJ de Quinindé?

Ese fue mi primer equipo en Quinindé, tenía 10 años y vivía en el barrio del Malecón. Era delantero. Mi apoyo comenzó cuando se creó la fundación Regalando Amor, de Carlos Gruezo, y me enteré que el equipo estaba por desaparece­r. Entonces tuve el deseo ser el auspiciant­e principal del plantel. José Valencia (quien jugó en el NEC, Willem y Eindhoven de Holanda) está al frente del equipo. La idea es apoyar a la juventud y darle alegría a la gente de que puede tener un elenco en segunda categoría. Vamos por segundo año con este proyecto.

¿Auspicio con sentido social?

Sí, ese es el fin, gracias a Dios me tocó salir de Quinindé y hago una labor social en momentos que la juventud lo necesita. Hay que devolver lo que la vida me ha dado y qué mejor con la gente que me vio crecer.

No me interesa tener un carro lujoso, mejor es darle la mano a un niño en el fútbol o en la educación. Y los errores que haya cometido en el pasado sirvan para que no los cometan los jóvenes ahora.

¿Le pide a sus compañeros en Alemania que se ‘bajen’ para la fundación y el equipo?

Sí, converso con amigos y cambio camisetas para hacer sorteos, otras me dan pelotas y cosas que siempre sirven. Hay que trabajar en lo que a uno lo llena de alegría. Veo a los chicos como mis hijos. Es una manera de devolver algo de lo que la vida nos da.

Y con su papá Carlos Gruezo, quien trabaja con Luis Zubeldía en Lanús, ¿cómo es el contacto?

Es muy seguido, espero que le vaya bien en el torneo argentino con el profesor Zubeldía, a quien le tengo aprecio. Es una bendición de Dios que los dos estemos jugando y trabajando fuera del país.

Padre e hijo triunfan afuera.

Es algo lindo, es una bendición de Dios. Al que piensa bien, siempre le va bien. Soy un agradecido de Dios por tenerme en un lugar donde muchos quisieran estar. Espero algún día reencontra­rnos y estar en el mismo elenco.

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