¡ASESINÓ AL ÁNGEL DE LOS ENFERMOS!
Mariana Granja ayudaba a los niños con cáncer y a sus familias. Conmovedor entierro.
Un chaleco naranja estaba sobre el féretro de Mariana de Jesús Granja, de 68 años. Era la prenda que usaba durante su voluntariado en la fundación Cecilia Rivadeneira que ayuda a niños con cáncer y a sus familias.
“Era una mujer que siempre tenía una sonrisa en su rostro. Para mí, esto es una tragedia”, dijo Wilson Merino, director ejecutivo de la fundación. Estaba indignado por la manera en la que Granja fue asesinada el pasado sábado.
Ella y una amiga fueron a sacar dinero de un cajero, en un centro comercial del norte de Quito, la tarde del sábado. Pero no hicieron el retiro, por lo que se fueron caminando por la vereda de la avenida Amazonas y fueron interceptadas por dos sujetos. El uno intentó arrancharle la cartera y le disparó cinco veces a la víctima. Ella murió en el hospital minutos más tarde. El sospechoso, de nacionalidad venezolana, está con prisión preventiva.
VOCACIÓN
“Marianita me apoyó desde que mi madre murió hace 15 años”, contó Merino al culminar la misa antes del sepelio, la mañana de ayer. Cecilia Rivadeneira fue víctima de cáncer, razón por la cual abrió la fundación con el nombre de su progenitora.
Ahora, él vive un dolor parecido, ya que Granja era como una segunda mamá. A ella le gustaba acudir a los hospitales para leer cuentos a los pequeños pacientes que batallan contra este mal.
Siempre puesta su chaleco naranja, Granja colaboraba haciendo colectas en la vía pública. “Marianita siempre impulsaba proyectos de investigación contra el cáncer”, precisó Merino.
Familiares y amigos llegaron hasta Monteolivo, en el norte de Quito, para despedirla. La capilla del camposanto se copó de personas que lamentaban su partida y, sobre todo, de una manera tan violenta.
Alfonso Quevedo, primo de Mariana de Jesús, destacó la vocación altruista que tenía su pariente por ayudar. Ella laboró por muchos años en el sector público y tras su jubilación se dedicó al voluntariado. “Tuvo cuatro hijos. Comprendo lo que están pasando”, acotó.
Quevedo se enteró del crimen cuando jugaba fútbol en el parque Inglés, en el norte de Quito. Una hermana lo llamó y le contó del asesinato. “Fue algo nefasto ver que eso
le pasó a una mujer espléndida”, finalizó.
Durante la misa, los presentes destacaban las virtudes de la fallecida. Con un fuerte aplauso la despidieron minutos antes de trasladar el féretro a su última morada.
Así opina
Marianita decidió acompañarme desde que murió mi madre. No podemos vivir con este temor”.
WILSON MERINO director ejecutivo Fundación Cecilia Rivadeneira