¡A UN RÍO DE DISTANCIA DEL COVID-19!
🗸 El negocio de los canoeros se ‘hunde’ porque casi nadie viaja ya. Temen que un solo caso los contamine.
Apesar de caminar con una visible dificultad, Ángela Bonilla sube con pericia a una canoa acoderada al muelle del mercado Caraguay. Detrás de ella, dos muchachos le cargan varias pacas de cola. Es el primer viaje de compras a Guayaquil que ella realiza en esta semana.
La mujer es dueña de una tienda en el caserío Masa II, ubicado al otro lado del río Guayas. Y acude al popular mercado para adquirir los productos de su negocio. Desde que se implantó el toque de queda en la urbe, Ángela trata de ir allí lo menos posible, a manera de prevención.
En su tier r a, según dice, no hay infectados con el coronavirus y ella ni en broma quiere ser la primera. “La gente allá (en Masa II) está tranquila, casi no sale de casa. Se está cuidando mucho”, cuenta.
A la comerciante aún le cuesta adaptarse a la situación que vive el país. La parte más difícil, confiesa, es ver cómo les cambió la vida a sus nietos.
“Ya no puedo traerlos a pasear al malecón o a un parque un rato. Me desespero al verlos encerrados”, lamenta.
Para Ángela, residir a un río de distancia de la ciudad con más casos de COVID-19 en Ecuador es un alivio y una preocupación a la vez.
Lo ‘chévere’ es que algunos pobladores están en un aislamiento automático al no vivir en el área urbana de la Perla del Pacífico, aunque también es cierto que muchos, como Ángela, deben ir al Puerto Principal constantemente.
Lo negativo, en cambio, es que si alguno muestra síntomas, llevarlo a un hospital no es como ‘soplar y hacer botellas’.
Por eso ella tomó sus precauciones. Al día siguiente de que se confirmara el primer caso de una persona contagiada con el virus en el país, Ángela le encargó a un conocido del mercado que le compre mascarillas y alcohol antiséptico en las distribuidoras farmacéuticas. Y cuando tiene que adquirir mercadería, siempre utiliza un protector facial.
Mariuxi Villón vive en el recinto La Unión, también cruzando el río. La joven y su madre igualmente suelen ir en canoa hasta el muelle del mercado para comprar víveres, ya sea allí o en otros puntos de la ciudad.
Como Ángela, ellas también quieren evitar contagiarse y por eso llevan mascarillas. “Allá no hay hospitales, al que se enferma lo llevan a Durán o a Guayaquil”, dice la muchacha.
Además del temor por enfermarse, Villón comenta que otro problema, a raíz del brote del virus, es el aumento de precios en ciertos productos. Por eso les toca priorizar los gastos para poder ‘parar’ la olla.
Ángela opina lo mismo. Han caído las ventas en su tienda y eso la preocupa. Esa misma angustia tiene Lorenzo Jordán, uno de los canoeros de la Caraguay.
Sus habituales pasajeros van menos veces a Guayaquil y eso le pone en aprietos. “Antes de que pasara esto, llevaba entre 15 a 20 personas por viaje, pero ahora se lleva a unas seis”, refiere el hombre, de 59 años.
Al inicio de la emergencia sanitaria se puso a ‘cranear’ cómo pagar puntualmente la mensualidad de un préstamo de tres ‘lucas’ que hizo a una entidad financiera. Pero el anuncio de la banca sobre una reprogramación de deudas lo calmó. “Ojalá sea así”, comenta.
Él trabaja con su esposa en una pequeña lancha. Ambos, todas las mañanas llevan en su embarcación a quienes necesitan ir a Guayaquil por cualquier asunto.
Lorenzo lleva más de 30 años en esa actividad. Pero nunca antes vivió algo parecido a lo que pasa ahora: que debe cubrir su rostro para proteger su vida.
PILAS CON ESTO
■ El muelle del mercado Caraguay en un punto de llegada para quienes viven en las comunas del golfo porteño.
■ Los comuneros viajan a la ciudad para abastecerse de víveres.
EL DATO
El pasaje para ir a las comunas y caseríos cuesta de $ 2 a $ 4, según la distancia del lugar en el que resida el pasajero.