El amarillo llegó con caos
A pesar de que aún existen restricciones por la emergencia sanitaria, el panorama fue de un día normal.
Luego de 78 días llegó el semáforo amarillo para la capital y la economía intenta reactivarse sobre todo en las calles. EXTRA realizó un recorrido por las principales calles del centro y sur de Quito. La calle Chile –que siempre se ha caracterizado por el comercio– volvió prácticamente a la normalidad: personas ofreciendo golosinas, cigarrillos, plantillas, guantes y mascarillas hubo por centenas.
La plaza Grande volvió a ocuparse de gente que tomaba el sol en las bancas de piedra, de lustrabotas y canillitas. Más abajo, en La Marín, donde confluyen pasajeros del norte, sur y los valles, la tónica –al menos en el sistema municipal de transporte– era ordenada. Miembros de las
Fuerzas Armadas hicieron guardia en las entradas para recordar a los usuarios que debían pararse sobre la señalética varias veces.
En los buses urbanos no se respetaba la distancia física y se sentaban en asientos contiguos sin problema. Hubo confusión, pues se tenía previsto que el transporte público funcione desde el 11 de junio y pocas horas antes de que llegara el semáforo amarillo el cabildo informó que sí habrá autobuses.
En el sur, lugares como Chiriyacu y La Gatazo también se abarrotaron de gente que vendía y que compraba, pocos eran los locales que pedían mantener la distancia. Hasta en el local esotérico había aglomeración. “Siempre se necesita de estas cosas”, dijo una mujer que esperaba su turno.
Al frente, en un centro comercial hubo largas filas para entrar. “Necesito hacer un trámite en el banco”, dijo otro usuario. Un policía a bordo de una moto pasó por allí para pedir que también respetaran las distancias.
EMPEZAR DE NUEVO
Los negocios de comida también abrieron, unos solo con entregas a domicilio, los productos se los daban en un plástico transparente. Otros marcaban la señalética para empezar a funcionar.
En la parada de los buses que van al Valle de los Chillos, los puestos de comida volvieron a subir sus puertas. Jonathan Lugo llegó a las 07:00 para limpiar las mesas, paredes y mesones. “Todavía no vamos a abrir porque hay que tener todo limpio primero”, comentó.
Allí, la asociación de 12 comerciantes decidió que para evitar las aglomeraciones se iban a turnar para atender a los clientes. Es decir que cada comerciante abrirá su kiosco pasando un día. “Ya vamos a poner las señales para que haya una persona por cada mesa”, explicó Verónica Morales, también comerciante.
Para volver a empezar preparó menos de la mitad de alimentos para ver cómo le va. “Algunos no entienden que por ahora solo les podemos vender para llevar, hay que explicarles”, dijo.
CAMPAÑA
Desde el cabildo se reiteró la obligación del
uso del tapabocas, el distanciamiento de dos metros y el lavado de
manos.