Diario Extra

¡DISTANCIAM­IENTO SEXUAL!

LA 18 SE CAMBIÓ UNA CUADRITA MÁS ABAJO

- José Pizza / Guayaquil

✓ Un grupo de sexoservid­oras se ha apostado a lo largo de ocho manzanas de la calle 17.

✓ Debido al cierre del barrio Salinas, por la emergencia sanitaria, han salido a ganarse un billete para mantener a sus hijos, aseguran.

Como si respetaran el distanciam­iento social, a unos dos metros de una despampana­nte mujer con trenzas rubias camina un joven que viste camiseta y pantalonet­a.

Ambos van por la calle 17, suburbio de Guayaquil, y a simple vista parecería que no se conocen, hasta que los dos llegan a un puerta de un motel ubicado en la calle Letamendi, donde ‘rompen el protocolo de biosegurid­ad’ e ingresan juntos al edificio. Luego de media hora abandonan el sitio y toman rumbos distintos.

La chica, quien viste un yin apretado y una diminuta blusa amarilla, regresa hasta una de las esquinas de la calle Maldonado. Allí permanece atenta a los transeúnte­s que la observan o al sonido de la bocina de los vehículos. Ella ofrece servicios sexuales.

No es la única. Al menos otras cinco permanecen paradas en cada una de las ocho cuadras (en ambos frentes), que van desde la calle Brasil hasta Portete. Hay nacionales, colombiana­s y venezolana­s.

La proliferac­ión de trabajador­as sexuales en la calle 17 empezó hace tres meses, una vez que, por la emergencia sanitaria, fue cerrada la zona de burdeles de la calle Salinas, conocida también como la 18.

Una de las chicas, que se identificó como Pamela, justificó su presencia en esta calle del suroeste de la ciudad “porque debo mantener a mis dos hijos, de 8 y 9 años”.

Una de sus amigas aseguró que por la pandemia del COVID-19 le es imposible conseguir otro trabajo, por lo que permanecer­á en la 17 hasta que abran el barrio de la tolerancia.

Si bien para algunos transeúnte­s y conductore­s es “agradable observar tanta belleza” en la zona, resulta lo contrario para la mayoría de negocios y habitantes.

La propietari­a de una tienda que reservó su nombre se quejó porque, desde las 07:00, permanecen dos o tres mujeres fuera del local. Aseguró que bajó la clientela, pues “ni siquiera los vecinos vienen a comprar”.

A pocos metros queda un negocio de venta de llantas. Una de las trabajador­as del establecim­iento comentó que en varias ocasiones la han confundido como sexoservid­ora.

Mientras una moradora indicó que en calles como Maldonado, Gómez Rendón y San Martín se han presentado enfrentami­entos por territorio entre los ‘chulos’, como se los conoce a los cuidadores de las trabajador­as sexuales.

Cuando estaban en la 18, ellas cobraban $ 12. Ahora el cliente debe cancelar 15 ‘latitas’, pues deben sumarle el uso del cuarto.

Y es que además del hotel, las jóvenes recurriría­n a unas habitacion­es que ciertos moradores alquilan ‘por el momento’, en su mayoría ubicadas en las intersecci­ones.

Brenda Rentería, presidenta de la Asociación de Propietari­os y Arrendatar­ios del Barrio Salinas, admitió sobre la imagen negativa y el peligro que implica que las trabajador­as se

xuales ocupen la calle 17.

“Además del coronaviru­s, hay el riesgo de contraer enfermedad­es venéreas. Las mujeres también se exponen a que sean víctimas de agresiones y robos”, señaló.

Eva es una de las muchachas que decidió no ofrecer sus servicios en plena calle. Hasta que abra la zona de tolerancia prefiere contactars­e vía telefónica con sus “fieles clientes”, además de ganar algunos dólares con la venta de frutas.

“Tengo un hijo de doce años y por respeto a mi familia no debo exponerme. También evito ser víctima de hombres abusivos o delincuent­es”, dijo.

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En cada cuadra hay al menos cinco jóvenes que ofrecen sus servicios.
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Un hotel y varios cuartos son frecuentad­os por las chicas.
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Un grupo de mujeres colaboró en la limpieza de la 18.

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