Diario Extra

¡Hasta que el virus los separe!

Un hombre cuenta cómo la enfermedad acabó con su familia... su papá, antes de morir, abrazó el cofre con las cenizas de su esposa.

- Byron Castillo /

Para llegar al domicilio de la familia Herrera hay que cruzar un estrecho pasaje frente al parque Ecológico de Solanda, en el sur de Quito.

Mientras Luis Herrera camina hacia la puerta de su casa siente que lo observan sus vecinos. Desde que murieron sus padres y dos de sus hermanos por el coronaviru­s, el hombre cuenta que no lo tratan como antes. Ahora, cuando lo ven, se hacen a un lado o no le saludan.

Cuando entra en la vivienda, Luis se acerca a un anaquel que está ubicado en un rincón de la sala, acaricia unas fotografía­s y se santigua frente a dos cofres de madera donde están las cenizas de sus progenitor­es.

El hombre, de 51 años, regresó de España en febrero, cuando el brote del COVID-19 atacaba con fuerza al país europeo. Quería pasar un tiempo con sus padres, pero nunca pensó que morirían frente a sus ojos por el mismo virus del que él escapó.

HASTA EL ÚLTIMO SUSPIRO

Todo empezó en el Día del Padre. Luis recuerda que hicieron una reunión familiar en Solanda, donde asistieron cerca de 20 personas y asegura que ahí se habría generado el foco de infección. A la semana, uno de sus hermanos fue detectado con coronaviru­s.

Luego se contagió su madre María Luisa Tixe, de 81 años. La mujer tenía diabetes y problemas en la vista. Ella empezó a desarrolla­r síntomas respirator­ios. El jueves 2 de julio se levantó mal. No podía respirar y estaba agitada. Fernanda Analuisa, una de sus nietas, llamó al ECU 911, pero le dijeron que no había ambulancia­s disponible­s para el sector.

Desesperad­a, la mujer se contactó con su tío Luis. El hombre llegó al domicilio, cargó a su madre y la llevó hasta el vehículo. Después la trasladaro­n hasta el Hospital Militar. Los doctores le dijeron a Fernanda que el virus le dañó gran parte de los pulmones de su abuela y que no resistiría. El domingo 5 de julio murió en la tarde.

Al siguiente día, su esposo, José Herrera, de 86 años, también fue llevado a la casa de salud con los mismos síntomas que tuvo ella.

Sus hijos no querían contarle lo que había pasado con María Luisa hasta que les entregaron el cofre con las cenizas.

En la sala del hospital, José acarició los restos en polvo de quien fue su pareja por más de 50 años y l es dijo a sus parientes que lo dejaran morir solo.

Fernanda no lo aceptó y le pidió a los médicos que le dieran el alta para llevarlo a su casa. Los galenos le recomendar­on que no lo sacaran porque el adulto mayor podría contagiar a más personas, pero al final accedieron.

José pasó las últimas horas de su vida abrazando el cofre donde yacían los restos de su esposa y antes de dar el último suspiro le dijo a su nieta que cuidara de la familia.

HERENCIA ‘CONTAGIOSA’

El último adiós del abuelo con sus seres queridos resultó peligroso porque Fernanda, su madre y uno de sus tíos se infectaron con el virus. Otros presentaro­n síntomas.

Martha y Víctor Hugo falleciero­n la semana pasada en la sala de cuidados intensivos de dos hospitales de la capital.

Ahora, la familia Herrera espera que les entreguen las cenizas de los hermanos para poder enterrarlo­s en un columbario junto a sus padres y así cerrar el capítulo más trágico de la historia familiar.

Luis hace un llamado a la ciudadanía para que tome conciencia de esta enfermedad. “Solo cuando pierdas a un familiar te das cuenta de la magnitud del virus”, comentó.

Según el reporte de la Empresa Pública Metropolit­ana de Gestión Integral de Residuos Sólidos (Emgirs) hasta el 16 de julio se han registrado 187 cadáveres por coronaviru­s, de los cuales 148 han sido levantados en domicilio y 14 en centros hospitalar­ios.

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Fotos: René Fraga / EXTRA 1. La familia Herrera ha perdido a cuatro de sus parientes en un mes. 2. El recuerdo de sus padres es lo único que le queda a Luis. 3. Fernanda y su hija suelen rezar junto a los cofres donde están sus abuelos. 3
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