Diario Extra

Tiempo de pretempora­da

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Finales de los 90. El que ahora es mi marido, en ese tiempo solo era mi novio, pero con derechos. La verdad es que convivíamo­s. Recuerdo que era enero y se fue de pretempora­da. Yo en aquellos días era la madre de los celos. Digo la verdad: lo celaba por todo.

Era su primera pretempora­da. Me dijo que se iba a Punta Carnero en Santa Elena. Yo moría por ir, pero me dijo que no podía llevarme. La cabeza se me llenó de dudas. Creía que allá se iba a ver con alguien más. No entendía que estaban concentrad­os de verdad.

Las amigas me llenaron la cabeza y aquel viernes me fui hasta el famoso hotel.

Yo pensaba que me podía quedar con él. Recuerdo que ese hotel era lujoso. El viaje duró como tres horas y justo antes de llegar al sitio donde sabía que él estaba, me encontré con la novedad de que estaban entrenando en la playa.

Le dije al taxista que me dejara en ese sitio. Había unos seis periodista­s viendo la práctica y aproximada­mente 15 hinchas. De pronto divisé a mi amor, que estaba corriendo. Todo estaba bien, hasta que él se dio cuenta de que yo había llegado y le cambió el semblante. Se puso nervioso y al final del entrenamie­nto se me acercó y me rogó que me vaya. La verdad, me suplicó que me fuera porque después sus compañeros lo iban a gozar.

Yo creía que eso lo hacía para no tenerme a su lado. Hasta se valió de dos utileros, que me dijeron que no podía entrar al hotel.

La verdad, no creía que me iban a impedir entrar al hotel. Me fui caminando, pero pasé la vergüenza de mi vida. Dos guardias me dijeron que no podía entrar, que el hotel estaba reservado solo para los jugadores. Recién ahí comprendí que estaban concentrad­os. Me tocó regresar llorando a Guayaquil, pero entendí que las pretempora­das eran alejadas de la familia.

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