“NO ME PARAN BOLA”
CLAMOR DE UNA ADULTA MAYOR EN GUAYAQUIL
✓ Dora Herrera no puede levantarse y su casa está a un ‘pelito’ de caerse.
✓ La cuida un sobrino que padece esquizofrenia.
No es de cartón, pero basta dar unas palmadas en cualquiera de las paredes para confirmar lo frágil que está una de las casas de la calle Cuenca, entre la 11 y la 12, suroeste de Guayaquil.
Vecinos y peatones comentan que se han salvado por ‘un pelito’ de los trozos de ladrillo y madera que caen de la parte alta de la vetusta vivienda mixta de dos pisos, cuya numeración es 3.816.
“Las paredes de la casa están débiles, en cualquier momento pueden caer como naipes, lo que podría ocasionar una desgracia en el barrio”, advirtió Gonzalo Salvador, propietario del terreno de al lado.
Moradores señalan que, en dos ocasiones, el inmueble estuvo a punto de ser demolido por personal del Municipio de Guayaquil.
Pero lo que motivó a que el Cabildo diera un paso al costado a la decisión fueron las súplicas de la propietaria Dora
Herrera González, una persona de 65 años que padece de discapacidad física.
La adulta mayor permanece postrada en una cama, debido a una infección a los huesos que le provocó discapacidad física desde que era una niña y, además, padece una serie de enfermedades, como desnutrición y afectación en los riñones.
Un pequeño ambiente es el único habitable en esa vivienda, donde apenas hay chance para la cama, una silla de ruedas y una vieja refrigeradora.
Los cuartos aledaños están destruidos, mientras que en la segunda planta no se puede poner un solo pie por lo endeble del piso. La situación se complicará con el invierno.
Doña Dora no tiene más apoyo familiar que el de su sobrino Pedro. Cuando pueden algunos vecinos los ayudan con la alimentación. “Aunque hay días en que dormimos con el estómago vacío”, expresó Pedro.
La adulta mayor asegura que tiene familia en Manabí y en España, pero “no me paran bola o se hacen los locos”. No sabe cómo conseguir para las medicinas.
Como si no fuera suficiente, Pedro, de 45 años, hasta hace poco estuvo internado en el Instituto de Neurociencias por padecer cierto grado de esquizofrenia, lo que le ha impedido conseguir trabajo.
“No sé que es peor, ver a mi tía en una cama sin que la ayude llegue o que en cualquier momento la casa nos caiga en la cabeza”, manifestó Pedro, quien reiteradamente pedía al equipo de Diario EXTRA que no lo vuelvan a internar, “sino quién cuida a mi tía”.
Doña Dora y Pedro esperan que la próxima visita de las autoridades no sea para pretender demoler la casa, sino que vengan con alimentos, medicinas, y quizá un espacio en donde puedan estar seguros.
NECESIDAD
Doña Dora necesita de una nueva silla de ruedas, medicinas y suplementos vitamínicos.
60
AÑOS
es el tiempo en que fue construido el inmueble, según moradores.