Bateando hacia la MASIFICACIÓN
EL BÉISBOL Y EL SÓFTBOL buscan un espacio en Quito. Los pocos clubes organizan cuadrangulares los fines de semana en canchas de fútbol, mientras los directivos ya sueñan con su propio escenario deportivo.
LA HISTORIA DEL BÉISBOL
EN QUITO ES CORTA y su masificación está cargada de intentos fallidos. Sin embargo, hay gente que no se rinde y que ahora busca el impulso definitivo.
Clubes legalmente constituidos, campeonatos relámpagos y el proyecto de un estadio propio son los primeros pasos sólidos hacia el gran objetivo.
Después de todo, nunca fue por falta de competencia o gusto por esta disciplina, como lo recuerda Édison Salvador, el presidente de la Asociación de Béisbol de Pichincha.
Él cuenta que antes, en 1980, jugaban cerca del hipódromo del parque La Carolina, pero cuando se construyó la pista la gente dejó de ir. Luego se formó una comisión del deporte en la Concentración Deportiva de Pichincha y se apoyó en la Alianza Americana. “Se dieron buenos partidos, buen ambiente, pero a principios de los 90’s desapareció y el béisbol se paró en la ciudad”, lamenta.
Un nuevo intento se dio hace diez años, cuando las ligas barriales y parroquiales armaron sus equipos. Desde entonces el crecimiento ha sido a paso lento pero seguro. Gracias a ello aparecieron los clubes Águilas del Diamante, Lobos de Páramo y Bárbaros.
Los tres cumplieron con todo el proceso para ser clubes especializados y formativos y dieron paso a la Asociación de Béisbol de Pichincha. Pero, una vez cumplidos los papeles apareció el verdadero reto: mantenerse.
Para ello la fórmula fue sencilla. Sumaron un cuarto equipo (Tigrillos) y armaron la temporada regular y los playoffs al estilo norteamericano. Juegan series al mejor de siete.
Tigrillos, por ahora, no tiene papeles para ser considerado un club oficial, pero como aclara Salvador, ya empezaron a cumplir con los requisitos.
La constancia de estos equipos fue viable, también, gracias a la llegada de extranjeros. Los venezolanos, cubanos y dominicanos.
Por ejemplo, Ángel García es dirigente de Águilas. Él recuerda que llegó al Ecuador hace seis años. Lo primero que hizo fue buscar gente para armar partidos de sóftbol.
“Jugábamos en La Carolina, pero nos prohibieron por el peligro para las personas, ya que la pelota salía disparada de la cancha. Nos ayudaron con un campo en la Fuerza Aérea Ecuatoriana, luego pasamos al Bicentenario hasta que inició la pandemia. Ahora jugamos en una cancha de fútbol en La Josefina (norte) mientras se concreta lo de la cancha en San José de Morán”, cuenta.
García es parte de esa mezcla que se dio entre el béisbol, que es la parte formal de la organización en Quito y el sóftbol, que si bien tiene una comisión provincial liderada por Aldo Brito, está apenas en crecimiento.
El sóftbol es parecido al béisbol. Las diferencias son canchas más pequeñas, la bola más grande y bate de metal.
Por eso existe una comunión entre sus deportistas, interviniendo en torneos de las dos disciplinas. Y en ambas, reconoce Salvador, el mayor porcentaje de deportistas es extranjero. “Yo diría que un ochenta por ciento”.
FUERZA ‘GUAYACA’
El pastel local, en cambio, tiene muchos guayaquileños que viven en Quito. “Nuestra intención es incrementar el número de quiteños que se sumen a esta práctica”.
García cree que es algo natural, pero lo expone con algo de humor y pone como ejemplo a su país. “Parece que el gusto por este deporte depende de la región. En Venezuela también hay una zona alta y fría y tampoco juegan”.
De todas maneras, como señala Dyar Trotman, dirigente del equipo de sóftbol Cigarrero, todo está encaminado para lograr la masificación. Dependerá de seguir con la práctica deportiva y que las escuelas formativas en Quito empiecen a dar los frutos esperados.
IMPLEMENTOS
En Quito no existía una tienda de implementos para la práctica
del béisbol. Por eso, como lo recuerda García, traían todas las cosas desde Venezuela. “Los familiares nos traían pelotas, bates, guantes y
uniformes”.