Sumidos en la narcoviolencia

Ya no podemos estar tranquilos en ninguna parte. Ese es el lamento de los ecuatorianos, que se ahoga en un clamor de paz que no encuentra eco. La violencia criminal tiene a los ciudadanos en alerta constante y las cifras, frías y reveladoras, muestran cómo el país se desangra en una escalada de asesinatos con una raíz muy clara: la narcoviolencia. La guerra entre bandas por el poder.

Poco o nada han servido estados de excepción y envíos de tropas completas de uniformados (militares y policías) a las calles. Medidas apuradas y que solo tienden a contener los reclamos de momento. Acciones que, al final, parecen estar desconectadas de un plan macro que tienda a recuperar la paz del país. Hasta cuándo debemos esperar un plan nacional de seguridad que ataque al problema de fondo del momento, ese que todos ven y le viran la cara: el narcotráfico.

Ya es común y casi hasta se ha ‘normalizado’ el escuchar y ver noticias de crímenes cada día. En Guayas, Manabí, Los Ríos, El Oro, Azuay, Esmeraldas... donde sea. Una de las más recientes, hace pocos días, en Guayaquil, donde una ‘piscinada’ llena de risas, trago y baile fue convertida en una escena de terror, con 7 personas muertas a bala.

La contabilidad de los casos refleja lo crítico de la situación: 709 muertes violentas en lo que va del año (hasta ayer), una cifra que duplica la del año anterior a la misma fecha, cuando se registraban 398 casos. Con razón los migrantes ecuatorianos ya no quieren regresar al país ni a saludar a los suyos. Temen que sea su último paseo. Temen por ellos, por los suyos, por todos. Y por todo.