Diario Extra

El chico de la cinta amarilla

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Mi marido quería ser jugador de fútbol y lo fue. Pero cuando estaba en el equipo de segunda categoría, era un chico tranquilo en todo. Solo creía en lo que Dios podía hacer con él. Ni a la cinta roja que se le pone a los recién nacidos le tenía fe.

Pero cuando llegó al equipo amarillo, pasó algo realmente raro y que no tiene nada que ver con los entrenamie­ntos.

Un día me dijo que debía ir a un lugar del centro de Guayaquil, donde el ‘maestro’, para que le vea por qué tenía tantas malas energías y que si quería triunfar en la cancha debía tener el alma blanca.

Todo lo que me dijo fue una mezcla de palabras que me hizo bola.

La realidad es que se fue a donde unas personas que leen las cartas. Créanlo, ese día estuve a segundos de irme de la casa. Mi amor odiaba todo los temas que tengan que ver con las cartas, el tarot y esas cosas raras del zodiaco.

Dos días después de mi descarga, después de la pelea, recibí la confesión más rara de mi vida. Creía que me iba a decir que me había sido infiel o que ya no quería nada conmigo. Se me pasaron mil cosas por la cabeza. Hasta me puse a llorar antes de que él hablara.

Pero lo que se vino fue peor, y lo pongo en comillas, porque así fue, y algunos de sus excompañer­os, que en la actualidad son comentaris­tas deportivos, entrenador­es y hasta directivos pueden asegurar esto.

Me dijo: “amor, debo confesarte que el profe me pidió que vaya a una limpia. Me pasaron montes, me escupieron con trago y dijeron unas palabras raras, y me amarraron una cinta amarilla en la cintura que debo de tenerla por 3 meses”. No lo podía creer, tenían un entrenador medio brujo o brujo entero. Y él lo hacía por ser titular y nada más. ¡Las cosas del fútbol!

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