Diario Extra

‘SOCOTROCO’ sin solución

- Luis Fonseca / Especial para EXTRA

EN EL CENTRO HISTÓRICO el trabajo sexual es visible en pasajes peatonales como el final de la calle Flores, a la vuelta del Teatro Nacional Sucre o en la esquina de Esmeraldas y Guayaquil.

Incluso los domingos las mujeres que destacan por su vestimenta suelen replegarse tras el centro comercial Gran Pasaje, en la calle Vargas, siempre cerca de los hostales como La Casona. Para las que ocupan la Plaza de Santo Domingo, el hostal es El Paraíso Quiteño.

Nelly Hernández, quien dirige la Asociación Visión para el futuro, camina por ambos ambientes a la vez que atiende a los comensales. “Como le dije al alcalde, del centro no vamos a salir”, repite con el cabello atado en una trenza y las manos cruzadas sobre su celular. En la segunda planta funciona una casa de acogida en la que se hospeda una docena de trabajador­as. Entre ellas, Fernanda, una adulta mayor que vivía en situación de calle y que ahora ayuda en el restaurant­e comunitari­o.

“Estamos estancadas”, dice Nelly al consultarl­e sobre el avance de la acción de protección que presentó hace un año, y que fue aceptada parcialmen­te por un juez, sin medidas cautelares. Como medida de reparación después de desalojos y plantones, se dispuso que el Municipio de Quito elabore un ‘Plan integral de regulariza­ción’ y “determine un lugar adecuado para que las trabajador­as sexuales ejerzan su actividad” con parámetros de seguridad, higiene y salud.

Eso sería posible a través de una reforma del Plan de uso y gestión del suelo (PUGS), que es responsabi­lidad del Concejo Metropolit­ano, señala María Belén Proaño, secretaria de Inclusión del Cabildo. Según la planificac­ión de la Secretaría de Hábitat y Ordenamien­to Territoria­l, la reforma se aprobará dentro de un mes.

“LO HARÍAMOS HASTA EN CARPAS EN LA CALLE”

“El Municipio está en su prórroga para establecer las garantías; si no nos permiten trabajar en los hostales lo haríamos en carpas, hasta en la calle”, comenta Nelly, con la experienci­a de quien lleva 24 años como testigo de los cambios en el centro.

En ese periodo ha registrado 68 femicidios cuyas víctimas fueron sus colegas. Muchos de esos crímenes no han salido a la luz porque fueron “ocultados por la vergüenza de las familias”

Alexa pertenece a otra asociación y es más joven que las mujeres que trabajan con Nelly (35 años en adelante). A una cuadra de la Plaza del Teatro espera a sus clientes con un vestido rosado. Ha dejado su Certificad­o único de salud (que se renueva cada mes con un examen médico) en su cartera, encargada en el hostal que la acoge.

El precio “por servicio” es de 14 dólares, dice. Incluye el costo de la habitación y un preservati­vo.

¿UN TRABAJO COMO CUALQUIER OTRO?

En el barrio La Mariscal también se ejerce el trabajo sexual en hostales. Las sexoservid­oras están en los bajos del puente de El Guambra, sobre las aceras de la avenida Pérez Guerrero. Entre semana, la clientela la busca en la calle 18 de Septiembre, cerca del hostal El Trébol. Al frente, sentada junto a la reja de un parqueader­o, Yuliana usa jeans y un saco negro, apretado. Sonríe a los transeúnte­s y comenta que el precio por servicio es de 15 dólares.

A cuatro cuadras de distancia, cerca de la Plaza de los Presidente­s, están ubicadas las oficinas de la Secretaría de Inclusión Social. Su titular comenta que la actual administra­ción del Municipio retomó la comunicaci­ón con Nelly Hernández tras el “quiebre” de relaciones que la Alcaldía anterior tuvo con las trabajador­as sexuales. Pero hay otras tres asociacion­es activas en el centro.

“El reconocimi­ento del trabajo sexual como una actividad laboral estará amparado en las decisiones que tomaremos para dignificar­lo”, dice María Belén Proaño, quien lidera las mesas de diálogo. “Consideram­os que es un trabajo como cualquier otro”. Sobre esta afirma

UN JUEZ dispuso que el Municipio establecie­ra un lugar adecuado para las sexoservid­oras hace un año.

ción, el investigad­or Marco Panchi –que ha tratado el tema del trabajo sexual desde 2015– concluye que no se trata de un trabajo cualquiera.

“Sin duda alguna es un trabajo, tiene que ser reconocido, sus asociacion­es tienen que ser apoyadas, pero es importante que el Municipio entienda cuáles son las condicione­s en las que se desarrolla, las formas de violencia estructura­l o de género que lo atraviesan”, sostiene este autor del libro ‘La Otra Revolución de octubre: subjetivac­ión política y trabajo sexual en Quito’ (Flacso, 2023).

El equipo de la Secretaría de Inclusión encuestó a las mujeres agrupadas bajo el nombre ‘Visión para el futuro y Unidad por nuestros derechos’, e hizo entrevista­s a profundida­d a las representa­ntes de las cuatro asociacion­es en 2023. Los resultados aún no se han publicado.

Sin embargo, Proaño muestra algunas cifras sobre las respuestas que obtuvieron: el 73,7 % de trabajador­as dijo que “la principal razón para haber decidido optar por el trabajo sexual es por voluntad propia”. Ese dato también es más complejo de lo que parece.

Panchi lo explica así: “no es que un día ellas se levantaron y dijeron ‘bueno, voy a ser trabajador­a sexual’. Hay que pensar en una serie de condicione­s sociales, económicas, geográfica­s, de violencia y de accesos a oportunida­des que construyen el escenario para que hayan visto esto como una opción válida en sus vidas”.

La “falta de oportunida­des” fue la razón que impulsó a un 35,5 % de personas a ejercer esta actividad en el centro. También llama la atención que 8,6 % respondier­on que “alguien las obligó” a iniciarse en el trabajo sexual.

El 90,9 % son ecuatorian­as, “la mayoría provienen de Manabí o Guayas y las de Pichincha son muy pocas, el 16 %”, resalta Proaño. Un 8,1% nació en Colombia, el primer país de origen de las inmigrante­s, seguido de Venezuela, de donde vinieron un 0,5 %. La muestra se obtuvo de encuestas realizadas a 266 trabajador­as asociadas.

LA INFORMALID­AD PERSISTE

Durante la única mención pública que el alcalde de Quito, Pabel Muñoz, ha hecho –en julio de 2023–sobre la Acción de protección, dijo que “nada se hará por la fuerza”, sino de forma consensuad­a.

Y descartó que se vaya a entregar un nuevo carné: “si muchas de ellas llegaron a ese trabajo por una situación de desesperac­ión, no les puedes plantear un registro sin cuidar su privacidad” frente a sus familias (el 81,6 % tiene más de un hijo).

En eso coinciden Proaño y Panchi. Y también en que “no hay ningún estudio serio ni datos científico­s que establezca­n una relación de causalidad o vínculo entre el trabajo sexual y las condicione­s de insegurida­d”. Las sexoservid­oras suelen ser víctimas de delitos, no sus autoras.

“Si resolvemos el tema de los libadores y del microtráfi­co también se verá una mejora en la situación de seguridad de los espacios que las trabajador­as ocuparán”, indica la Secretaría de Inclusión. Pero no da más detalles.

UNA ASOCIACIÓN

exige que se regularice­n los moteles en que trabajan. Algunas portan un certificad­o de salud. Autoridade­s descartaro­n la carnetizac­ión en el Centro Histórico de Quito.

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Fotos: Henry Lapo / EXTRA Las trabajador­as sexuales del Centro Histórico de Quito deberían tener un sitio para poder laborar, según lo que dispuso un juez mediante una acción de protección.
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Las chicas están expuestas a la violencia y a ser víctimas de femicidios.
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Nelly Hernández explica sobre la situación que atraviesan sus compañeras.

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