ARTE, HISTORIA Y BUENA COMIDA ENUN SOLO LUGAR
Acuarenta y cinco minutos de Guayaquil, entre la arena, la suave brisa y el susurro de las olas del balneario de Playas, Héctor Ramírez edificó su sueño: un taller, galería, restaurante, cuyo atractivo es su decoración única y fuera de lo común. Reconocido por los cuadros que ha expuesto entre Europa y América, Ramírez quiso devolverle a Playas lo que este lugar le dio de pequeño, alegría y diversión, cuando su padre lo llevaba a pasar las vacaciones. Fue a su regreso de Colombia, donde vivió por asuntos de trabajo, que finalmente decidió echar raíces en ese balneario de excelente clima junto a su esposa Lola Pérez, una española que conoció en Ge- rona durante su larga estancia en la Madre Patria y dos de sus cinco hijos. Sin embargo, lo que Héctor tuvo en mente durante tres décadas no era solo abrir un lugar donde mostrar sus obras y reunirse con sus amigos a tomar un café, comer un ceviche, beber una copa de vino owhisky, sino un sitio que recogiera todas sus vivencias. Hace tres meses, en el feriado de carnaval, la pareja finalmente abrió el taller, galería, restaurante, donde los comensales, entre nacionales y extranjeros, no solo disfrutan del agradable ambiente y buena comida sino que además pueden ver objetos únicos. Algunos artículos, estratégicamente ubicados, hacen que los clientes se remonten a otras épocas. Por ejemplo, a la entrada del local está el proyector de películas que entre la década del 50 y 60 el padre del pintor usó para llevar diversión a los pueblos, por medio de un cine itinerante. Su amor por el séptimo arte, gusto que heredó de su papá, hizo que Ramírez ideara todas las sillas del restaurante tal cual como las que usan los directores de cine.