Dominguero

FELIZ CUMPLEAÑOS A TI

- Por Ángel Amador angelamado­r77@ gmail. com

No son de su agrado muchas personas. Gritos. Llantos. Niños por todos lados. Lo único bueno es la cantidad de comida a su disposició­n, pero eso no enmienda lo que tiene que soportar cada vez que lleva a su hijo de cuatro años al cumpleaños de algún amigo. Y así le toca. Un enorme bolso lleno de cada cosas solo por si acaso: por si le da sed, por si se cae, por si llora, por si todo. Lo primero que tiene que lidiar es con los gritos de un montón de niños que se pasean por sus piernas. Se abre paso hasta encontrar una mesa vacía un tanto alejada del bullicio. Esta vez, a diferencia de las anteriores, no está acompañado de su esposa. Es libre de dejar al niño correr y hacer lo que quiera sin esa voz que le pregunta a cada rato dónde está el niño. Eso hace. Lo deja libre y de vez en cuando alza la mirada de su teléfono celular para verlo. Está tan concentrad­o en un grupo de WhatsApp de amigos que no se percata que una mujer está junto a él. La mira. La saluda. Y sigue. Ella intenta sacarle unas cuantas palabras, pero él está tan concentrad­o que solo atina a contestar ‘ sí’ o ‘ no’ por inercia. De la nada siente una mano que le roza la entrepiern­a. Eso lo saca de su mundo virtual y lo trae a la realidad. Es la mujer. No puede articular palabra. Solo la observa alejándose de la mesa hacia una bodega cruzando el área de juegos. Mira a su hijo. Ahí está jugando. Le pide a una mamá que lo mire mientras él “va al baño”. Camina hacia la bodega donde está la mujer. Abre la puerta. Ahí está ella. Lo toma de la mano. Lo lleva hasta una mesa un poco polvorient­a. No importa. Baja su pantalón. Ella sube su falda. Duda por un momento, pero sigue. Siente la respiració­n de la mujer golpear en su oreja cada vez más fuerte y rápido. No puede parar. Los gritos y risas de los niños llegan a sus oídos recordándo­les en cada momento el lugar donde están. Eso parece no importarle­s porque los gritos de la mujer son tan fuertes como el de los niños. Él le tapa la boca. Eso no es suficiente. Lo que lo impulsa a ir más rápido. Ella no resiste más. La mesa parece que en cualquier momento cederá al peso y al movimiento de ambos. No sucede. De repente, la música de la fiesta cesa. Eso los alerta. Empiezan a cantar el ‘ feliz cumpleaños’. Ella sube su falda y él su pantalón. Primero sale ella y luego él. Cada uno va a buscar a su hijo. Ambos están bien. Él aún no asume lo que hizo. Revisa su teléfono celular por si acaso no lo haya llamado su esposa. No hay ninguna llamada perdida, pero sí más de 200 mensajes del chat de sus amigos. Una foto de él ingresando a la bodega fue el motivo de la conversaci­ón. Uno de sus amigos está en la misma fiesta y lo vio todo. Busca a su alrededor al espía. Ya no está.

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