Dominguero

¡ FELIZ 12 AÑO!

Sus manos traviesas acarician su pecho por debajo de esa gruesa chompa. Eso basta para quitársela. Y el suéter y la blusa también.

- Por Ángel Amador angelamado­r77@gmail.com

Coincidenc­ias de la vida. ¿ Qué posibilida­des hay que alguien se tope con su ex el último día del año en otro país? Segurament­e son muy pocas, pero a ella le pasó. Una gruesa gorra de lana y una bufanda protegen el rostro del intenso frío madrileño de esta joven que, por cosas del destino o mejor dicho de trabajo, le tocó pasar esa fecha importante sola y lejos de sus personas más cercanas. Camina y camina. Espera en una esquina a que aparezca la luz verde del semáforo peatonal cuando siente que alguien toca su hombro. Voltea y mira un rostro conocido en medio de esa multitud. Intenta articular un ‘ hola’, pero ni el helado viento ni la sorpresa se lo permite. La toma de la mano y cruzan la calle juntos. Le da un abrazo como aprovechán­dose del frío para recordar aquellos gestos que tuvo en el pasado. Conversan de todo... o casi todo. Su familia. Sus amigos en común. Ambos están solos en esa enorme ciudad. Hasta que se encuentran frente a una enorme puerta roja. La empuja. Ella entra con recelo, pero un golpe de aire caliente en su cara la atrae como abeja a la miel. Es la casa de él. Suben unas escaleras de madera que crujen a cada pisada. Otra puerta roja, pero más pequeña. Entra y atraviesa un oscuro pasillo hasta un gran sofá en el fondo. Él se dirige a la cocina. Ella toma asiento. Mira a su alrededor para familiariz­arse con el lugar. Está por revisar su teléfono celular cuando siente una mano en su hombro. Voltea y ahí está: desnudo. La joven experiment­a una serie de imágenes en su cabeza que la transporta­n a esos momentos que vivió con él hace algunos años. Cuando reacciona lo tiene encima. Sus traviesas manos acarician su pecho por debajo de esa gruesa chompa. Eso basta para quitársela. Y el suéter y la blusa también. Su cuerpo aprisiona su pecho. Parece que le falta el aire. Un beso en el cuello eriza su piel seguido de un susurro en el oído: “te extrañé”. Ella libera sus entumecida­s manos por el frío y las deja darse gusto en la espalda de él. Unos arañazos transporta­n al joven a esos momentos en que estaba con ella solo en su casa. Cuando reacciona, la tiene encima. Sus cuerpos bailan al mismo ritmo. No puede parar. La chica solo cierra los ojos y acaricia su propia cabellera muy sensualmen­te. Eso lo excita mucho. Sigue y sigue. Su respiració­n es agitada. Inhala. Exhala seguido de un grito ca- da vez más fuerte... más fuerte... y más fuerte: “¡ aaaaaaaah!”. Caen rendidos. Los primeros rayos del 1 de enero golpean su rostro. Busca en el piso entre su ropa hasta que halla su teléfono celular. Más de veinte llamadas perdidas y otra treintena de mensajes de WhatsApp; la mayoría, de su novio. Abre la conversaci­ón. Esperando lo peor prefiere ir al final. Solo alcanza a leer: “Feliz Año”.

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