Dominguero

¡ NO ES NO!

En un ambiente hostil, en el que su atractivo se convierte en enemigo, ella supo darse su lugar. Aunque debió asumir las consecuenc­ias.

- Por Ángel Amador angelamado­r77@gmail.com

Una palabra tan pequeña, poderosa y poco entendida. Como todos los días llega a su lugar de trabajo. Deja su cartera en su escritorio, toma su vaso de Minnie Mouse y se prepara una taza de café. Es como un bálsamo de cada mañana para prepararse a recibir la oleada de piropos y miradas incómodas de quien es la única mujer del lugar. Gana un poco más de un sueldo básico por responder el teléfono, entregar la correspond­encia y los mensajes, organizar el archivo de la empresa y preparar ese delicioso bálsamo que todos llaman café. El ambiente no es el mejor, pero con los años logra acoplarse más por la necesidad de llevar algo de dinero para mantener a sus padres y un sobrino huérfano. En uno de sus tantos recorridos diarios para entregar la correspond­encia tuvo una experienci­a que no olvidará. Uno de sus compañeros de trabajo la toma de la cintura y la sienta en sus piernas. Ella intenta zafarse ante la mirada cómplice de otros “machos” que solo sueltan unas cuantas carcajadas. Siempre son miradas y piropos, pero nunca un contacto físico. “No”, grita ella. Lo repite muchas veces mientras forcejea hasta que un rasguño la ayuda a librarse. Voltea. Mira una sonrisa en el rostro del aco- sador de la que no encuentra explicació­n. Saca de su mano una tremenda cachetada que manda a volar los lentes del joven. Las carcajadas cesaron. “¡ No es no!”, le grita en la cara. Recoge las cartas que cayeron al piso en el forcejeo y sigue repartiénd­olas. Al regresar a su escritorio rompe en llanto. Uno de los que observó el incidente se le acerca a consolarla. Le ofrece un pañuelo para secar sus húmedos ojos y regresa a trabajar. Sus lágrimas no eran tanto por el cuestionab­le episodio, sino por las consecuenc­ias. Todo llega a oídos del jefe, quien como es de esperarse la despidió. Ella tiene suerte. Solas se cuentan otras historias que empiezan así y terminan en consecuenc­ias peores como los 88 casos de mujeres asesinadas víctimas de violencia de género en 2018 y 15 cometidos en los primeros 20 días del 2019. Caída la noche, la muchacha llega a su casa. Sus padres y sobrino están dormidos. Toma una ducha. Está por ir a dormir cuando viene a su mente ese delicioso olor de todas las mañanas. Otra taza de café.

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