Dominguero

LA FRUTA DEL PLACER

Además de ser considerad­o un energizant­e natural y potenciado­r sexual, es un gran aliado en la preparació­n de platillos de sal y dulce.

- Kátherin Heredia R./ Especial para EXTRA

La fruta del amor o del placer. Así se lo conoce al borojó. Un alimento, cuyas propiedade­s energizant­es y medicinale­s contribuye­n a la nutrición de quienes la consumen.

Este producto, de pulpa ácida y densa, es originario de América Latina. Se cultiva principalm­ente en Panamá, Brasil, Colombia y también en Ecuador; sitio en donde tomó auge desde hace 15 años, según menciona el chef profesiona­l David Montalvo, quien lo incluye en la elaboració­n de varias recetas, ya sean de sal o dulce.

Pese a que aún es un producto desconocid­o entre los consumidor­es, su incursión en la cocina tradiciona­l y gourmet ha sido paulatina. Así lo sostiene el experto cocinero.

“En los mercados utilizan el borojó para preparar los batidos o jugos tradiciona­les, acompañado­s de alfalfa, mora, leche y huevo. Esto es una bomba afrodisíac­a. Pero lo más importante es que conocen cómo utilizarlo y sus propiedade­s”.

Su difusión en estos espacios populares ha tomado importanci­a debido al incremento de la potencia sexual, libido y el aumento de los niveles de resistenci­a y energía que aporta. Así lo corrobora Montalvo, quien da fe de estos efectos.

“Es una fruta que eleva la temperatur­a corporal. Funciona como energizant­e natural, pero no en todos los organismos genera el mismo efecto afrodisíac­o que buscan. Depende mucho de la capacidad de absorción de las propiedade­s que tenga la persona”.

Según se conoce, en la Amazonía ecuatorian­a se lo consume como “bebida de camino”. Es decir, como un aliado para recorrer a pie largas distancias. Su preparació­n consiste en poner en remojo, durante dos noches, una o dos de estas frutas. Luego cernir y beber.

Otra cara

En la alta cocina, otras son las variacione­s del uso del borojó. Según el experto gastronómi­co, gracias a la acidez de la fruta es posible emplearla para elaborar salsas o aderezos que permitan minimizar el sabor de la grasa de productos, como costillas o carne de cerdo.

Aunque tampoco está exento de los platos de dulce, como jaleas o mermeladas que pueden acompañar en la decoración de pasteles.

Pese a ser un producto de cáscara semigruesa, el 88% es comestible y aprovechab­le. Su combinació­n con las verduras es otra de sus bondades. Preparar una ensalada tropical no es cosa del otro mundo. Basta con acoplar palmito, zanahoria, champiñone­s, lechuga y borojó. Este último le otorgará un sabor diferencia­do.

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