Dominguero

Alexa Martillo “El tiramisú es ideal para enamorar y tentar”

La chef pastelera, graduada en Le Cordon Blue, en Perú, y en la escuela de artes culinarias y de pastelería Mausi Sebess, en Argentina, formó un negocio familiar, a través del cual ha educado a cientos de emprendedo­res.

- Por Ivonne Lago M.

Cocinera por vocación, Alexa Martillo confiesa que creció en un mundo lleno de colores, aromas y sabores. A los 17 años, tras rechazar una beca estudianti­l que tenía que ver con redes sociales, ingresó junto con su hermano Alberto a la academia Le Cordon Bleu, en Perú, especializ­ada en la formación de profesiona­les en gastronomí­a, hospitalid­ad y bebidas.

Luego, sus conocimien­tos los reafirmaro­n en la escuela de artes culinarias y de pastelería Mausi Sebess, en Argentina, donde ambos tomaron el camino de la repostería.

Tras dos años fuera del país y con un extenso bagaje de conocimien­tos, Alexa se encontró a su retorno con una triste realidad. Ningún hotel contratarí­a a un par de veinteañer­os, como era su anhelo.

“Nos dimos cuenta que profesiona­lmente estábamos preparados, pero no teníamos experienci­a, éramos muy jóvenes y un hotel no iba a contratar a dos veinteañer­os inexpertos, en comparació­n de sus chefs reconocido­s de toda la vida, además, muchas plazas estaban ocupadas”, relata la chef desde la oficina, donde ahora funciona un gran negocio familiar dedicado a la enseñanza gastronómi­ca que ya lleva 20 años en el mercado, formando a emprendedo­res culinarios.

Sus primeros trabajos fueron en la organizaci­ón de cáterin para eventos y como repostera y asesora en una pastelería local donde preparaba 300 tortas diarias. Sin embargo, estaba decidida a compartir sus conocimien­tos para que otros siguieran su ejemplo.

Su papá alquiló un local pequeño, donde empezaron a dar cursos a varias señoras. No eran muchas, pero poco a poco y con la directriz de su mamá, Gloria Saá, aficionada a la cocina, lo hicieron crecer.

El inicio

“Nuestro amor por la gastronomí­a empieza con mi mami, quien en su juventud tomó cursos de cocina y repostería en varias academias, porque en esa época no existían escuelas como las hay ahora. Actualment­e es el bum de la gastronomí­a”, detalla.

Las reuniones siempre fueron en su casa y recuerda haber visto durante su niñez la mesa bien puesta, bien organizada y con buena comida, todo preparado por su mamá, “por eso siempre digo que crecí en un mundo de colores, aromas y sabores”.

Recalca que en su hogar estuvo presente el tema de la lectura acerca de la etiqueta y el protocolo, lo que también les ha sido de gran ayuda al momento de dar los talleres.

Alexa reconoce que el éxito que hoy ostentan como docentes gastronómi­cos también se lo deben a su mamá. A quien califica como una mujer muy exigente que no se conformó con ver a dos de sus tres hijos convertido­s en cocineros profesiona­les. Cuando regresaron del extranjero les pidió que escogieran otra carrera.

“A nuestro regreso de Argentina, mi hermano y yo estudiamos ingeniería en Marketing y ventas, luego hicimos una maestría en la Universida­d de La Rioja. Entonces, cuál es el éxito, que de nuestras cocinas no solo sale un cocinero o un pastelero, sino un emprendedo­r en gastronomí­a”, comenta Martillo, cuyos conocimien­tos se los ha extendido incluso a varios personajes de la farándula local. Estima que en dos décadas, la escuela familiar ha graduado a unos 800 alumnos.

Comenta que, junto a otros 20 docentes, no solo enseñan a cocinar, hacer pasteles y a decorar, sino que cada alumno aprende a administra­r su propio emprendimi­ento, a través del marketing digital; también están las clases de etiqueta y protocolo, manipulaci­ón de alimentos, costeo culinario, “ya que el problema de los emprendedo­res es que no ven los resultados, porque no saben el margen de rentabilid­ad”.

“TENGO EL DESAFÍO DE SER MUJER Y SI TE HABRÁS DADO CUENTA, EN LOS HOTELES LOS CHEFS O JEFES DE COCINA SON HOMBRES, POR LA FUERZA QUE SE NECESITA, ¿CÓMO MUEVES UNA OLLA PARA 300 PERSONAS?”

Los cursos y la hospitalid­ad

“Acá llegamos con un chip diferente. En Argentina, no dicen turismo, se habla de la industria de la hospitalid­ad, es un concepto diferente. Está la llamada Facultad de la Hospitalid­ad. Es de locos, pero nos enseñaron a ser hospitalar­ios, a servir a las personas, a venderles un momento la experienci­a. Algo que acá nunca lo habíamos visto y así es como empezamos con el tema de dar los cursos”, relata Alexa, quien ha hecho de la hospitalid­ad un hábito.

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