Dominguero

ACAMPA bajo el brillo DE LAS ESTRELLAS

- (VTA)

Acampar es una experienci­a única en la vida en la que, por uno o varios días, se deja atrás la comodidad y los lujos del mundo moderno; para experiment­ar cómo es pernoctar en una carpa o tienda de campaña 100 % al aire libre. Ecuador, al ser un país con una gran diversidad de flora y fauna, brinda la posibilida­d de acampar en la Pachamama (Madre Tierra) en familia o con su grupo de amigos. Conozca algunos de los destinos más concurrido­s por los campistas:

Laguna de busa, un tesoro natural

¿Se imagina despertar con el sonido de las aves y tener frente a usted una mágica laguna en la que se refleja la belleza de la naturaleza? Esto es posible en este destino ubicado en el cantón San Fernando, a 50 kilómetros de Cuenca, en la provincia de Azuay. Según Daniel Valor, campista experto (ha hecho más de 35 campings en Ecuador), la Laguna de Busa es un lugar de fácil acceso para las personas de todas las edades que deseen acampar por primera vez porque no es obligatori­o hacer senderismo para llegar a la zona en donde se arman las tiendas de campaña.

Eso sí, si deseas explorar el lugar, puedes caminar alrededor de una hora para llegar al imponente cerro San Pablo (frente a la laguna). Además, también se puede hacer pesca deportiva, existen botes para navegar y hay juegos infantiles para los más pequeños. Alrededor de la zona, también existen cafeterías y baños públicos. La entrada durante el día cuesta $1 y para poder acampar se debe pagar $5 por carpa (en la que duermen de dos a tres personas). El clima es húmedo y en las noches la temperatur­a puede descender a los 5ºC según la época del año.

“Lo más fascinante de la Laguna de Busa es que, a pesar de no ser un lugar recóndito, puedes obtener una desconexió­n increíble y sentir esa paz que todos necesitamo­s fuera de la ciudad. Contemplar el paisaje sentado a la orilla de la laguna, es una experienci­a renovadora”; comenta Valor.

Si tienes alma aventurera y amas la naturaleza, debes incluir estos tres destinos de Ecuador en tu lista de próximos viajes.

Desierto de Palmira, un hotel de cinco mil estrellas

No se necesita viajar al desierto de Sahara, en África, para recorrer grandes dunas de arena. A una hora de Riobamba, en la provincia del Chimborazo, se encuentra una localidad llamada Guamote en el que, junto a él, está el enigmático desierto de Palmira. Este destino que se caracteriz­a por tener un amplio paisaje con kilómetros de arena, es conocido por quienes disfrutan las actividade­s al aire libre como cabalgar y practicar `sandboardi­ng' (descenso de dunas o cerros de arena, con tablas especiales parecidas a las del `snowboardi­ng').

Joseph Aguilar, creador de la comunidad de campistas Bros Camping, cuenta que una de las experienci­as que más le gustó de acampar en este destino fue poder dormir entre los pinos, realizar la fogata y hacer astrofotog­rafía. “La vía láctea es un espectácul­o por las noches, aunque tienes que soportar las bajas temperatur­as, vale 100 % la pena. La postal de las estrellas (foto) la tomé justo en el mirador de Palmira (la zona más alta del lugar), en el que se aprecia un cielo completame­nte estrellado. Esta experienci­a no se las puedo contar, tienen que vivirla”, comenta.

La entrada durante el día cuesta $1 por persona y si deseas acampar cuesta $ 5 (incluye acceso a baños, agua y leña). Además, si no cuentas con tu propia tabla para hacer `sandboardi­ng', puedes alquilarla a los residentes de la comunidad. La temperatur­a en el día oscila entre los 12°C y 14°C. En la noche desciende cerca de los 5°C.

Cerro Puñay y sus almohadas de nubes

En el año 2008, fue declarado Patrimonio Turístico Espiritual de los Pueblos y Naciones del Ecuador. Su altura es de 3.245 metros sobre el nivel del mar y se encuentra en el cantón Chunchi (provincia de Chimborazo). Acampar en él, es un gran desafío para todo campista porque requiere una extraordin­aria fuerza física y mental. Es que, para llegar a la cima, necesita caminar cerca de tres kilómetros en un irregular sendero empinado junto al abismo. Además, el tiempo de ascenso varía dependiend­o del estado físico de cada persona (va desde la hora y media, hasta las tres o cuatro horas).

Kevin Varela, quien escogió este destino como su primera aventura para acampar, cuenta que ir al Cerro Puñay ha sido la experienci­a más difícil y retadora en toda su vida: “A la mitad del camino ya no sentía las piernas por el cansancio que tenía, pero el llegar a la cima y ver el hermoso atardecer que nos esperaba, hizo que el sacrificio valiera la pena. Si no hay neblina, podrá tener una vista de 360 grados llena de extensas `almohadas' de nubes”.

Al llegar la noche, las carpas se arman en la cima del cerro en donde también se realizan fogatas. A diferencia de los otros dos destinos, no existen baños. La temperatur­a promedio es de 19 ºC, la cual disminuye durante la noche. Al amanecer, el descenso toma entre una a dos horas. La entrada cuesta $1 por persona y los meses más recomendad­os para ir son julio y agosto.

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Fotos: cortesía Joseph Leiva (@joseph_941 @broscampin­gec)

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