Galápagos se “desfunda”
En Galápagos viven unos 35 mil albatros, 2 mil 500 tortugas gigantes, menos de 40 mil leones marinos, 10 mil iguanas terrestres y 28 mil personas. Al año llegan alrededor de 200 mil turistas. Y al año se consumen casi cinco millones de fundas plásticas. En unas islas con espacio restringido y ecosistemas frágiles, la posibilidad de que funcionen los rellenos sanitarios y otras infraestructuras de manejo de desechos es muy limitada. El uso de las fundas “biodegradables” que promocionan los supermercados en el continente tampoco sirve: solo “se pulverizan” en condiciones ideales que no existen en la realidad. Según el último plan de manejo de desechos para las Galápagos, el plástico representa un 5 % de las más de diecinueve toneladas de basura diaria que se generan en las tres islas habitadas. Este se acumula en botaderos y playas, o queda flotando en el mar donde aves, tortugas y otros animales lo confunden con alimento y mueren. Millones de fundas y botellas plásticas son un exceso que Galápagos no puede permitirse. Una tarea que desde hace años se ejecuta en varios hogares galapagueños se convirtió ahora en normativa: evitar el uso de fundas y otros envases plásticos desechables. Tras varios meses de discusiones, el consejo de gobierno del régimen especial Galápagos decidió prohibir el ingreso y uso de fundas plásticas con asas y de envases de espuma flex. Esta medida es un primer paso para erradicar, en la mayor medida posible, la basura no orgánica de las islas. El manejo de desechos sólidos en Galápagos es complicado, costoso y, en general, poco efectivo en términos ambientales. La separación de la basura desde su origen, que es mayoritaria en Santa Cruz, donde la gestión de desechos es mejor que en casi todo el lado continental del país, no alcanza a remediar todo el problema. Tampoco son soluciones suficientes el limitado reciclaje que se hace en las islas, el compostaje de materia orgánica o el traslado de los desechos no orgánicos al continente para su mejor gestión. Aplicar esta norma tomará un tiempo durante el cual será necesario definir una estrategia de comunicación y participación ciudadana, y evaluar las alternativas artesanales locales para reemplazar esos materiales. Varios movimientos ambientales locales, por ejemplo confeccionan desde hace tiempo bolsas de tela. La normativa es un primer paso importante en la dirección correcta: la manera sostenible de lidiar con la basura es no producirla. Ahora es necesario extender las restricciones a la población visitante (responsable de casi tres toneladas diarias de basura). Con el tiempo quizá sigamos el buen ejemplo en el continente.