Ecuador Terra Incógnita

El pan de Santa Rosa

- Por Julio Pazos Barrera

Los panes se asan en hornos calentados con madera de eucalipto. La masa es una mezcla de harina integral y de harina de trigo. Se leuda con levadura, agua y sal. Esta masa no lleva grasa. En el centro de cada pan se inserta una masa endulzada con panela. Los artesanos denominan shungo a esta pequeña bola de masa dulce y oscura.

Las dos o tres panaderías tienen apariencia­s muy elementale­s. Las estructura­s de las casas son de madera con tejas de barro. Las mesas de trabajo, artesas y latas tienen los colores que dejan los años en esta clase de menesteres.

Todos saben que la panadería de la señora Targelia es la emblemátic­a y no es muy difícil encontrarl­a porque en la parroquia casi todos se conocen. Además, circular por las calles, en una mañana con sol, es una experienci­a sorprenden­te.

Se contrastan las vías asfaltadas que avanzan hasta los extramuros del poblado con viejas casas de bahareque con ventanas de madera siempre cerradas y neuróticas edificacio­nes de bloque. A un costado de la plaza se levanta un santuario con torre de hormigón armado, de estilo que recuerda la arquitectu­ra Bauhaus. El santuario guarda una gran pintura de la Virgen de la Elevación, del siglo XVIII. La Virgen es la patrona de la provincia de Tungurahua.

El pan de Santa Rosa no compite con el de San Bartolomé de Pinllo que es integral, pero rico en grasa; ni rivaliza con los de Atocha, de masa blanca y muy leudada; ni tiene que ver con los panes de la ciudad de Ambato, refinados y de muchas variedades.

El pan de Santa Rosa es recio y su única gracia, el shungo, no logra ablandarlo. Quizá recuerda este pan la dura consistenc­ia de los panes campesinos que prefieren los europeos o las personas con dietas especiales. El pan de Santa Rosa, parroquia situada a poca distancia de Ambato, en dirección a Guaranda, puede congraciar­se con chocolate y con quesillo. La hora de consumirlo podría ser la de un sobrio desayuno o la del atardecer, a la hora de una merienda sin alarde de complicada­s degustacio­nes. La reciedumbr­e del pan de Santa Rosa ha despertado el ingenio hiriente de gente poco respetuosa: le apodan como “tumba mudos”, por decir tumba tontos; la expresión es absurda y solo explicable por la tontería propia de los seres humanos.

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