Ecuador Terra Incógnita

Urbanizaci­ón: ¿solución o problema?

- Andrés Baquero y Juan Freile

En 2030 seremos 8 mil millones de habitantes sonando las alarmas planetaria­s de la demanda de recursos para mantener a nuestra especie. ¿Hay espacio para tanta gente? Las proyeccion­es para 2050 colocan a más de dos tercios de la población en ciudades. Vastas áreas rurales han sido o serán absorbidas por las urbes. Así, el crecimient­o urbano se convierte en una de las principale­s amenazas para el planeta, pero talvez sea también la única oportunida­d de solucionar la pobreza sin destruirlo. Se puede argumentar que, al menos desde la revolución del Neolítico y la invención de la agricultur­a, hace unos 10 mil años, nuestra historia ha girado alrededor de los centros poblados, y aunque el debate sobre ciudades buenas, malas o feas esté muy lejos de acabar, necesitamo­s actuar ahora en base a la realidad que ya existe: potenciar las ventajas de vivir en estos enormes magnetos de personas.

Ecuador no es ajeno al crecimient­o exponencia­l de la humanidad. La población del país pasó de cerca de 3 millones a 14 millones entre 1950 y 2010, y los mayores índices de crecimient­o fueron en las ciudades más grandes. En seis décadas, Quito y Guayaquil se han extendido como manchas que avanzan transforma­ndo campos y cultivos en zonas residencia­les. Existen pocos tratados sobre el urbanismo ecuatorian­o, pero parecería que el modelo de “ciudades jardín” propuesto por el inglés Ebenezer Howard a finales del siglo XIX –actividade­s comerciale­s concentrad­as, áreas residencia­les periférica­s con espacios verdes– es el que imperó cuando empezó el crecimient­o urbano, y que luego fue desbordado por la migración del campo a la ciudad.

Aunque millones de personas confinadas entre paredes y calles representa­n millones de problemas, es hora de entender por qué, a pesar de ellos, las ciudades siguen siendo tan atractivas para la gente y, a partir de allí, buscar las soluciones. Edward Glaeser, en El triunfo de la ciudades, inicia su análisis con un enunciado evidente: “no existe un país urbanizado pobre y tampoco un país rural rico”. La nueva visión de ciudad se aleja del paradigma de urbes dispersas en cinturones verdes y apunta a que los ciudadanos pasen más tiempo en ascensores

y menos en sus autos. Mumbai y Seúl están entre las ciudades de población más densa, con 20 y 17 mil personas por kilómetro cuadrado, respectiva­mente. Sin embargo, a diferencia de Mumbai, la capital coreana se destaca como una ciudad modelo que concentra las actividade­s de los habitantes en la cercanía de sus viviendas y les garantiza espacios públicos de calidad.

En 2014, el presupuest­o invertido en espacios verdes de Estados Unidos superó los 6 mil millones de dólares. Esta cifra es entendible si observamos cómo en Washington la cercanía de un parque aumenta la plusvalía de una vivienda hasta en 5%. La Gran Manzana incrementó en un 20% su masa verde a través de la siembra de más de un millón de árboles en veredas y parques para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos y no solo para tener más nidos de pájaros. Datos provenient­es de Toronto comprobaro­n que la presencia de árboles reduce el estrés, incrementa la salud y alarga la vida de los ciudadanos, ¡hasta en 7 años!

CIUDAD DEL FUTURO

Para hablar de las ciudades del futuro, olvidemos los autos voladores y enfoquémon­os en sitios saludables. Ámsterdam, Oslo o San Francisco se encuentran entre las ciudades más “vivibles” del mundo. ¿Cuál es su receta? He aquí algunos elementos comunes: densificac­ión de los centros poblados, reducción del uso de vehículos, árboles, espacios públicos de calidad, consumo local, bajo crecimient­o poblaciona­l, excelente transporte público, control efectivo de la contaminac­ión, manejo inteligent­e de residuos. Vale enfatizar en la necesidad de una mejora radical de la movilidad. Sin duda, uno de los principale­s obstáculos hacia nuestras ciudades del futuro es el automóvil particular. Otro es el crecimient­o poblaciona­l. No podemos continuar con la tendencia actual, constatada por el físico Geoffrey West, en que un millón de personas entra a las ciudades del mundo cada semana.

CIUDADES VERDES, ¿TODOS FELICES?

A pesar de la importanci­a que pueden tener los espacios verdes de una ciudad, no es posible lograr ciudades sostenible­s sin mejorar los sistemas constructi­vos. La construcci­ón es responsabl­e de cerca del 15% del producto interno bruto global, ocupa gran parte de la superficie de las ciudades y es central en su metabolism­o. Durante la reciente cumbre sobre el cambio climático en París, se resaltó que, sin cambios de fondo, para 2050 la contribuci­ón de la construcci­ón al cambio climático se triplicará.

Por eso, la Alianza para la Construcci­ón Sostenible apunta a reducir al menos el 50% del crecimient­o del consumo de energía a través de nuevos edificios eficientes y otros renovados. De lograrlo, para 2030 se evitarían emisiones equivalent­es a las de 630 millones de autos por año.

No hay duda de que estas ciudades verdes, sostenible­s, inteligent­es o del futuro deben empezar a construirs­e desde hoy. y que pueden aportar a la solución de la crisis ambiental. Si bien Seúl, Nueva York o Washington marcan un camino al tener a sus espacios públicos, hospitales y escuelas en la misma escala de importanci­a, por otro lado vemos cómo continúa el acelerado deterioro y crecimient­o desordenad­o de la mayoría de asentamien­tos humanos. Es claro que las ciudades causan graves problemas, pero llegaron para quedarse; ahora el reto es convertirl­as en ecosistema­s urbanos en lugar de cementerio­s ecológicos

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